Hace tiempo que la Ciudad Deportiva se convirtió en la gran y quizá única esperanza del zaragocismo. Ese vivero de fe mantiene vivo al Real Zaragoza, club cuyo escudo llevan luciendo en el pecho Francho y Francés desde que sus dientes eran de leche. La vida ahora es una lucha por una supervivencia que pasa por acudir cada verano a ese criadero de ilusiones del que un día salieron Cani, Ander o Vallejo, zaragocistas ilustres que emigraron previo pago como después lo harían Soro o Guti, entre otros. Todos ellos criados en una Ciudad Deportiva que hoy presume de otros dos cachorros convertidos en jefes de la manada para orgullo de un zaragocismo al que representan, como reza el himno, con nobleza y valor.

Francho Serrano y Alejandro Francés estaban hace un año jugando con un juvenil al que llevaron donde nunca antes había llegado el club. Campeones de Liga y de España en la misma temporada, su fulgurante irrupción y la descomunal caída del primer equipo les han abierto de par en par las puertas de otro sueño. El más grande. Y ya son fijos. Era solo cuestión de tiempo o, al menos, eso creen los entrenadores que han visto cómo a esos leones les crecía una melena que lucen al viento que mueve su bandera.

César Jiménez, exjugador del Real Zaragoza, tuvo claro que ese niño que jugaba tan bien en el Oliver tenía que recalar en la Ciudad Deportiva. Ya de blanquillo, su fútbol no entraba por los ojos, Porque puede que el estilo de Francho nunca haya sido espectacular, pero es un espectáculo de futbolista, como entienden sus técnicos. «Recuerdo que Manu Morlanes, por ejemplo, sí era de esos que entran por los ojos, pero Francho era otra cosa. Un mediocentro muy bueno que, sin embargo, no destacaba por un fútbol brillante, pero sí por su madurez y su excelsa educación. Le viene de familia», asegura el abulense.

Sencillez, humildad y madurez. Esas tres cualidades adornan el carácter y el estilo de un futbolista que derrocha «cabeza y talento», según Jiménez, y de un chico «sano» con una personalidad que, en su opinión, es diferencial. «Tiene mucho margen, pero también madera. La cabeza es clave en estas edades y él la tiene muy bien puesta. Eso y el talento son elementos clave de un futbolista que es, sobre todo, un buen chico con un gran entorno alrededor. Gente maja. Me alegro de que les vaya bien», asegura.

Pequeño pero grande

Francés llegó a la Ciudad Deportiva en alevines procedente del Balsas. Fue Míchel Berges quien se fijó en ese chico menudo al que descubrió «algo innato». Así nacen los futbolistas. «No era demasiado grande pero parecía que llevaba treinta años jugando. Bien colocado, atento al cruce...tenía cosas que no se enseñan y que entran por los ojos», recuerda el entrenador.

Desde niño, Francés alterna la posición de central con la de lateral, «pero es más central», afirma Berges, que destaca la «corrección y disciplina» del canterano. «Aquella fue una etapa fructífera porque llegaron, además, jugadores como Vallejo, Manu Morlanes u otros que se han ido a Barcelona o Real Madrid. O Francho, al que no llevé yo, pero al que se le veía ya un gran potencial».

La confianza en Francés era obligada. «Sus condiciones defensivas eran difíciles de ver en esa edad. Estaba en desventaja respecto a otros por su físico, pero tenía algo innato que obligaba a apostar fuerte por él y ahora se está viendo que, bien arropado, está capacitado para convertirse en jugador de Primera división. En una situación muy complicada, está rindiendo muy bien».

Raúl Jardiel es de los pocos técnicos que han entrenado a ambos en categorías base. Primero llegó Francho a su infantil B junto a Antonio Sola y, al año siguiente, lo hizo Francés con Iván Azón. Su informe elaborado a final de temporada sobre el mediocentro lo dice todo. «Jugador modélico en todos los aspectos. Atento, constante, solidario con el compañero y disciplinado. Destaca porque interpreta bien el juego y tiene la calidad para llevarlo a cabo y cuando juega de interior posee una llegada impresionante. Un futbolista al que hay que valorar adecuadamente dentro del club. Su temporada ha sido sobresaliente».

«Siempre receptivo y positivo, nunca tenía un mal gesto y todo lo afrontaba con mucho entusiasmo», recuerda Jardiel, ahora entrenador del Brea, que tiene claro que ese carácter ha sido determinante en su progresión. «No es un notable en todo, como decían algunos, sino que es un sobresaliente en muchas cosas, tanto en el juego como en el carácter. Muy inteligente, siempre excelso tácticamente, ayudando siempre, toma buenas decisiones con el balón… un espectáculo en cuanto a mentalidad y madurez».

De familia

Personalidad y determinación. Dos aspectos esenciales en un futbolista que, según Jardiel, «sabe que tiene que seguir creciendo. Estoy seguro de que si ahora se fuera al banquillo no bajaría el nivel. Afronta lo que le toque. Nunca se relaja. Es un chico muy normal y nada arrogante. Le viene de familia».

Y zaragocista hasta la médula, como Francés, que, a los 12 años, «no estaba entre los jugadores que mejor rendimiento daba debido a las grandes diferencias físicas que había. No estaba muy desarrollado ni era fuerte y poderoso a nivel físico y eso le llevaba a sufrir, como todo aquel equipo que no fue campeón al ser superado por el Olivar, que era de segundo año». Pero el fútbol del defensa ya empezaba a asomar. «Tenía condiciones muy buenas. Conducía bien, filtraba pases con acierto y tenía buen golpeo, pero alternaba buenas decisiones con otras menos acertadas. Fue creciendo y ganando en regularidad conforme se ha ido desarrollando físicamente. Receptivo y siempre dispuesto a mejorar, era muy activo y entusiasta. Me alegro muchísimo de lo que les está pasando», afirma Jardiel.

Armando Monge también fue testigo de los comienzos de Francés, que llegó junto a Iván Azón al infantil A. «Le recuerdo como un chico con muchas ganas de aprender y muy disciplinado que ha ido superando retos a base de esfuerzo, con una familia que siempre ha estado con él». Muy bien dotado técnicamente, el defensa zaragocista debió crecerse, también según Monge, ante su inferioridad física respecto a los adversarios. «Era un equipo pequeño en general al que le costaba ante niños de su edad más fuertes. Francés derrochaba ganas de aprender y capacidad de mando. Cada entrenamiento era como un partido para él, que se sentía líder desde su posición de central. Nunca se arrugaba y veía muy bien el fútbol».

Monge lo tiene claro. Francés se ha ganado a pulso llegar hasta aquí. «Es una enorme alegría porque lo ha peleado a base de mucho trabajo y con un entorno muy bueno, con una familia humilde y trabajadora que siempre ha estado con él. Si sigue con esa humildad tendrá cabida en Primera y ojalá con el Zaragoza. Siempre le digo que siga trabajando y no se crea más que nadie».

Tras pasar por la etapa cadete, Francho Serrano llegó a manos de David Generelo en Liga Nacional Juvenil. «Enseguida te das cuenta de que era diferente. Tenía muchas ganas de aprender y de ser futbolista. Y tenía condiciones para ello, así que parecía claro lo que pasaría luego». Al exfutbolista ya le habían advertido de lo que le llegaba. «Me dijeron que tenía alma de capitán y que debía serlo porque siempre estaba pendiente de todo, ayudaba mucho a sus compañeros y era un líder de los que predican con el ejemplo. No es un diez en nada, pero es un portento», asegura.

Sin techo

A Generelo no le sorprende la irrupción de Francho, aunque sí la celeridad con la que ha acortado plazos. «Apostaba por que acabaría en el primer equipo y siendo importante, pero es que lo ha hecho muy rápido. Llegar y que te den la oportunidad pasa a menudo, pero lo más difícil es mantenerse y tener un rendimiento alto. Y él lo ha hecho. Se le nota más asentado y con la confianza del club, de sus compañeros, del entrenador y de la afición», subraya mientras le expone como «ejemplo de madurez».

«En una edad en la que lo más complicado es estar centrado y pensar en el fútbol, él siempre tuvo la cabeza bien amueblada. Quería ser profesional en el Zaragoza y ojalá que de su mano se consiga el ascenso. Tiene margen de mejora y va a seguir creciendo porque no tiene techo».

Pero ha sido Iván Martínez el testigo de excepción de la explosión de dos futbolistas convertidos ya en referencia. Con ellos, el técnico del filial conquistó la Liga y la Copa de Campeones en su primer año en el División de Honor juvenil. El flechazo fue fulminante. «Yo llevaba al infantil B pero veía a todos equipos de la Ciudad Deportiva y cuando entró Francés ya le vi detalles de futbolista. Y cuando cogí al División de Honor tenía claro que Alejandro debía estar conmigo en su primer año de juvenil. Y eso que en Mallorca lo tuve toda la segunda parte calentando y no salió, con su familia en la grada. Aún me lo recuerda, pero para bien porque dice que eso le ayudó a trabajar duro y, a final de temporada, se lesionó Escuin y lo pusimos de lateral izquierdo. Desde entonces lo jugó todo y fue clave en la Copa de Campeones, con gol al Atlético incluido».

El técnico tiene claro que el defensa «aún debe crecer, sobre todo muscularmente», pero sus condiciones le llevaron a quemar etapas y a dar el salto del juvenil al primer equipo sin pasar apenas por el filial. «Ha aprovechado su oportunidad perfectamente. A partir del partido ante el Rayo su rendimiento ha obligado a seguir apostando por sus tremendas condiciones para llegar a ser futbolista de Primera».

Y Francho. Sin duda, el futbolista que más ha marcado a Iván Martínez. «El primer día que lo vi, en cadetes, supe que iba a ser profesional. No puede ser de otro modo para un jugador con su gran inteligencia táctica, siempre bien posicionado, hace fácil el fútbol y eso es lo más difícil. Mejora a los demás, es extraordinario. Es futbolista de un equipo poderoso de Primera y un diez tácticamente. Ojalá estén muchos años en el Zaragoza pero son muy apetecibles para los grandes».