En una misión de altísima complejidad, Juan Ignacio Martínez puso a salvo al Real Zaragoza la temporada pasada del escenario más engorroso de los últimos tiempos y del riesgo de descenso más elevado con una fórmula futbolística que basó su éxito en la solidez defensiva, las porterías a cero o a lo sumo con un tanto en contra, que fueron mayoría, en la fuerza en La Romareda y en la optimización de cada gol anotado (1-0 o 0-1 al Lugo, a la Ponferradina, al Tenerife, al Mirandés o al Fuenlabrada, por ejemplo). JIM recogió el equipo cerca de su área, lo agrupó bien, le puso buenos cimientos y sacrificó el ataque, donde el principio de actuación fue hacer el máximo con el mínimo. Consiguió el objetivo con momentos puntuales donde la fortuna le sonrió.

Ahora, una temporada después, el Zaragoza de Juan Ignacio Martínez conserva el ADN del entrenador, la robustez atrás. Es el equipo de Segunda que menos goles encaja y se mueve en unos baremos compatibles con las más grandes aspiraciones. A diferencia de hace una campaña, este año el técnico ha construido un equipo más protagonista y con una querencia ofensiva mucho mayor: vive cómodo con el balón, produce juego ofensivo y ha creado ocasiones en gran número en bastantes partidos y, cuando no lo ha hecho, ha generado casi siempre las suficientes para puntuar o haber podido ganar. La propuesta de JIM, sin embargo, está cojeando sensiblemente en su última pata. Con cinco a favor y a pesar de rematar como el que más, el Zaragoza es el que menos goles ha hecho de toda la categoría, un déficit que le ha arrastrado hasta el fondo de la tabla por una razón muy específica: el desmedido desacierto de los delanteros en la suerte de la definición.

Álvaro Giménez, Nano Mesa e Iván Azón todavía no han marcado y Narváez suma una diana, la que hizo ante la Real Sociedad B con la colaboración de un defensa rival. Lógicamente, un bagaje paupérrimo en nueve jornadas. El canterano por juventud y el resto por trayectoria, pero ninguno de ellos ha sido un goleador constante en el fútbol profesional. Nano Mesa es más un agitador, un abre defensas, velocidad y verticalidad que un killer. Narváez un futbolista híbrido pero no un nueve de área, que ahora mismo juega excesivamente acelerado, aparece en muchas acciones y muchas acaban siendo intrascendentes. Necesita serenar su fútbol. Azón es voluntad, fortaleza física, incordio a los defensas, choque, potencia y juego aéreo. Es un punta capaz de sacar oro de la más absoluta nada por su incansable afán de pelea, como ha demostrado con hechos, pero todavía tiene dificultades para definir: le falta calma en el momento de mayor estrés y encontrar el toque.

A sus 30 años, maduro, después de haber triunfado una temporada en Segunda con el Almería y haberse ganado un gran contrato en Inglaterra, Álvaro Giménez, que viene de un tiempo excesivamente largo a la sombra, es el delantero que más cualidades teóricas tiene para sacar al Zaragoza de su sequía. Su inicio de temporada fue malo y le penalizó: empezó como titular y acabó en el banquillo. Contra el Huesca firmó una segunda parte magnífica, emborronada por su error en el penalti y sus dos fallos en el último golpeo, un cabezazo que sacó Andrés y un disparo violento de zurda que se estrelló en el palo. Pero tiene cuerpo, lo sabe usar, recursos por arriba y un golpeo técnicamente bueno y poderoso con su pierna hábil. El lunes pasado se ganó una camiseta en el once titular en Málaga. Una parte importante del destino del Zaragoza está en el nivel que alcance su rendimiento. El equipo necesita que Álvaro rompa de una vez para convertir en útil lo que hasta ahora mismo ha sido inútil: el juego y la abundante creación de oportunidades.