Hay en Iván Azón un espíritu indomable sobre el césped, una capacidad para pelear cada balón como si fuera el último en su vida, para anticiparse a Berrocal en la última jugada, cuando otros muchos ya solo piensan en que el árbitro pite el final y él pelea con toda su alma para llevarse una pelota que significó la victoria, tres puntos de oro para el Real Zaragoza en El Molinón, la batalla ganada por el héroe que, en el día a día, es el vivo ejemplo de la templanza y la calma. «Iván transmite normalidad», resume su padre, Miguel Azón. «Yo le veo siempre con los pies en el suelo, con la cabeza fría. Como padre eres subjetivo, pero creo que tiene una pausa y una madurez que a veces impactan», añade su progenitor, empleado de banca y centrocampista que encontró el techo de su carrera en Tercera, en el Hernán Cortés y en el Épila hasta que las rodillas le dijeron basta. En el club zaragozano coincidió con Carlos, su hermano, lateral derecho y tío de Iván. 

Miguel le esperó en la noche del domingo en su regreso de Gijón, junto con Marta, su madre, profesora de Medicina en la Universidad de Zaragoza. Iván entró por la puerta de casa y les dio un beso con una sonrisa. Nada de euforias, normalidad. Ayer por la mañana, el ariete se pasó a tomar un café con sus abuelos y por la tarde acudió a sus clases de segundo de Ingeniería Industrial. «Me gusta verle con el genio, el carácter y la rasmia que le pone en cada acción, pero me importan también su educación y su deportividad. Todo eso se lo hemos intentado transmitir no solo como jugador sino como persona y es gratificante ver que lo va plasmando en el campo», asegura Miguel, orgulloso de su hijo, como también de Miguel Ángel, el mayor, estudiante de Medicina en Valencia y de buena zurda pero ahora dedicado al baloncesto más que al fútbol, que sigue practicando.

«Tiene margen y capacidad de mejora y sobre todo es muy autocrítico»

Azón arranca su carrera en Marianistas y de ahí pasa por el Amistad para llegar al Zaragoza en el segundo año de alevines. «Hacía muchos deportes, fútbol natación, patinaje, atletismo... Eso le dio una constitución muy atlética, con un cuerpo muy trabajado». Y es que todo eso ayudó a construir un físico envidiable, con 1,82 metros y un 48 de pie, con largas extremidades en brazos y piernas y una capacidad de esfuerzo y despliegue envidiables. Azón compaginó a su llegada a la cantera del Zaragoza el fútbol con la gimnasia, con la que participó en torneos nacionales, pero el paso de los años le obligó a decidirse por su pasión, por un fútbol que respira por los cuatro costados.

Azón, con Gurpegi recogiendo un premio en el torneo de Andosilla en 2015. SERVICIO ESPECIAL

En el Amistad lucía el 22, porque «su ídolo siempre fue Diego Milito» y ahora, curiosamente, lo lleva como agente otro ilustre, David Villa, al que el Príncipe relevó en el corazón del zaragocismo cuando se marchó en 2005. Azón, en su segundo curso de infantiles, pasó por su momento más duro, con una lesión de la rodilla derecha por un problema de crecimiento que le tuvo año y medio sin jugar hasta que se solucionó todo «de forma natural, sin intervención ni nada. Temimos por que lo tuviera que dejar, pero aquello también le fue ayudando a forjar su mentalidad», asegura Miguel.

El delantero zaragocista con la camiseta de El Olivar ante Francés en juveniles. SERVICIO ESPECIAL

Como lo hizo también su cesión en El Olivar en el primer año de juveniles. Se marchó a Estados Unidos y regresó con una lesión de tobillo que le impidió jugar hasta diciembre. «Hizo goles en todas las categorías, muchos, esa temporada la que menos, cinco, pero aquel año le vino de maravilla para su madurez, para crecer y moldearse como futbolista», relata su padre.

De regreso, en el juvenil disputó la Youth League en la 19-20 con Iván Martínez, con Luis Carbonell como competencia y también como compañero en función del partido. Azón mantuvo el crecimiento, aunque le costó ganarse la confianza del técnico, que no lo había tenido a sus órdenes en la temporada de la Liga y la Copa de Campeones y que al final cayó convencido de la enorme aportación del ariete.

«Juegue poco o mucho es consciente de que es afortunado. Ese es su espíritu, es feliz, es un chaval feliz»

«Tiene ambición y capacidad de mejora, no solo margen, que es distinto. Es muy consciente de que aún no ha hecho nada. Siempre mira a corto plazo, porque visualizar objetivos lejanos te puede hacer perder la orientación. Y sobre todo es muy autocrítico, acaba el partido y lo tiene entero en la cabeza». Esa capacidad para mirarse en el espejo, para saber qué mejorar y en qué cambiar, es una virtud innegable, pero la que más se resalta de Azón es su absoluta predisposición para darlo todo tenga los minutos que tenga, sea titular o salga en el descuento, algo que han remarcado todos sus entrenadores y que también hace ahora JIM.

El ariete, en el partido en La Romareda ante el Lyon en la Youth League. SERVICIO ESPECIAL

«Es que su espíritu es ese, juegue poco o mucho es consciente de que es muy afortunado, porque hace lo que le gusta y es feliz. Es que es un chaval muy feliz», insiste Miguel. El salto definitivo lo dio al debutar con Baraja en el último partido del Pipo, en Tenerife y se consolidó con Iván Martínez para firmar contrato del primer equipo tras sumar cinco partidos en diciembre de 2020, con un vínculo hasta 2024 y diez millones de cláusula.

Ayudó con sus goles, hasta tres en Liga y otro en Copa, y sobre todo con su espíritu infatigable a la permanencia y comenzó la temporada con la citación de la sub-21 y sin que llegara por cuestiones económicas el 9 a su dorsal y tuviera que seguir con el 31. El cambio de temporada trajo una clara sequía goleadora, pero «no le obsesionó. Él siempre fue consciente de que ha hecho goles y que se mueve como pez en el agua en el área. No le vi nunca desesperado, solo apelando al trabajo y a la constancia, sabiendo que la racha cambiaría. Lo hizo», refleja Miguel, que no quiere hablar de un techo en la carrera de Iván, a sus 19 años, corazón y pausa, espíritu y madurez, pero sobre todo normalidad. «Es que es el hijo ideal, pero, ¿qué voy a decir yo?», sentencia.