Tan seguro se sentía Rinus Michels por aquel entonces de lo que tenía entre manos que antes del partido de la fase de grupos de la Eurocopa de 1992 que enfrentaba a su selección, Holanda, contra Alemania, choque de alto voltaje y con muchas cuentas pendientes, les dijo a sus jugadores en la caseta: “Señores, nunca he dicho lo que les voy a decir ahora. Hoy ustedes marcarán tres goles, dos de ellos los meterán centrocampistas. Los alemanes harán uno o dos. Que tengan un buen partido”. El encuentro terminó 3-1 para los oranje. Marcaron Rijkaard y Witschge, dos centrocampistas, y Bergkamp. Alemania hizo un gol, obra de Klinsmann. Los dos equipos avanzaron a semifinales, pero ninguno fue campeón de aquel torneo, que conquistó una sorprendente Dinamarca.

Tan seguro debía sentirse Miguel Torrecilla de su propia obra que, justo después del cierre de la ventana del verano, se sentó delante del micrófono de la sala de prensa de La Romareda y dijo: “Tenemos que mantener la responsabilidad de estar en la lucha por el ascenso. Somos un proyecto que tiene que estar en la pomada”. Afirmación que reiteró una vez finiquitado el mercado de invierno, recién comenzado febrero: “Me mantengo, el equipo va a tener argumentos para estar en la pomada”.

Podía entenderse perfectamente el primero de los alegatos, en tanto en cuanto el fútbol es un deporte muy emocional, con un espacio amplio para la razón pero otro todavía de dimensión superior para dejarse llevar por cualquier sentimiento, incluso sustentado racionalmente. Se entendió peor el segundo de ellos, toda vez que el Real Zaragoza estaba ya por esas fechas enfrascado hasta las trancas en el fondo de la clasificación (18º con solo cinco puntos de renta sobre la zona de descenso y el playoff a diez de distancia, que dos semanas después fueron doce).

Hoy, un mes y medio después de que Torrecilla sacara el capote a pasear, se colocara a porta gayola esperando a un toro de pitones cornalones y su aparente segura embestida, el equipo se ha alejado muchísimo de la zona peligrosa y mira a la promoción a siete puntos de distancia, lo que da idea del salto cualitativo tan grande que se ha producido, especialmente en las últimas cuatro jornadas, cuatro victorias consecutivas, fraguadas por la mejoría colectiva con los fichajes de invierno y por la explosión goleadora de los canteranos, con Iván Azón a la cabeza.

Quedan 11 partidos por jugar y 33 puntos por repartir. La pomada de Torrecilla sigue lejos y continúa siendo una empresa complicadísima. Alcanzarla exigiría un esprint final sobrenatural, con al menos siete u ocho victorias más y apenas fallos ni derrotas. Sin embargo, aunque su dificultad es extrema, ya no es un imposible. Aquella declaración de Torrecilla, que pareció tan seguro de sí mismo como Michels, fue totalmente extemporánea, teniendo en cuenta el momento y el contexto en el que la hizo, y por lo tanto poco afortunada por innecesaria. Pero lo cierto, y esto no puede ser objeto de discusión, es que hoy el Real Zaragoza está más cerca de arriba, de la pomada, que de abajo.