El Periódico de Aragón

El Periódico de Aragón

La opinión de Sergio Pérez

Los malabarismos de JIM y las rotaciones de Hernández Coronado

Zapater, titular en el Heliodoro Rodríguez, saluda a Aitor Sanz, capitán del Tenerife.

Actualmente, con el fútbol ya en su vida adulta, nacido, crecido, desarrollado y profundamente modernizado, existen muchas particularidades de este deporte que forman parte de su cotidianidad de manera natural, como si siempre hubieran existido. Pablo Hernández Coronado fue una figura poliédrica del fútbol de la primera mitad del siglo XX. Portero, directivo de la Federación, seleccionador español, periodista deportivo y autor de una frase que ha perdurado en el tiempo y que forma parte del imaginario colectivo: “Me gusta ganar de penalti injusto y en el último minuto”.

Hernández Coronado fue también secretario técnico, función que impulsó de manera novedosa en el Real Madrid. Y en la campaña 49-50, siendo ejecutivo, hasta ejerció de entrenador del equipo blanco por la ausencia por sanción del titular del puesto, el inglés Keeping. Fue entonces cuando ideó las rotaciones, creyendo como creía que no era lo mismo jugar en casa que fuera y en la extensión de las plantillas, ahora algo común, entonces una rareza. No tuvo mucha suerte en el estreno de su novedosa propuesta y en La Coruña, la primera vez que la puso en práctica, fue vapuleado cambiando casi todo el once.

Durante el inicio de esta temporada, muy lejos de aquella de hace más de 70 años, Juan Ignacio Martínez utilizó asiduamente las rotaciones, primero por convicción y fe en su plantilla y después porque se vio obligado a enfrascarse en una búsqueda que le tuvo muchos meses yendo a la caza de una formación fiable ante la inexistente continuidad de buenos resultados. Las rotaciones afectaron especialmente a la zona media y ofensiva del equipo, donde entraban unos y salían otros para, al poco, entrar los otros y salir los unos. Con la revolución de invierno, JIM encontró mayor estabilidad en sus onces y el equipo reaccionó con fuerza.

Ahora, con la Liga en su recta final, el técnico del Real Zaragoza ha tenido que recurrir nuevamente a las rotaciones, esta vez de manera obligada. No le ha quedado más remedio que hacer malabarismos cada fin de semana, tan afectada como tiene la zona central por las bajas (las importantísimas de Grau y Francho, y la de Petrovic) y ante la presión goleadora de Iván Azón, en Tenerife titular y toda la tarde un incordio constante para el rival, aunque no marcó.

Después de dos partidos muy discretos, Cartagena y Amorebieta, el equipo respondió perfectamente a los cambios, también en el medio con Zapater, Eugeni, Vada y Borja. Con dos delanteros juntos, Iván y Álvaro, el Zaragoza jugó una muy buena primera parte, con dinamismo, llegadas y gol, abriendo el campo y los espacios con Sainz por la derecha, también con algún despiste atrás que le costó el 1-1, al final el 17º empate de la temporada, récord de récords. En la segunda mitad Nano Mesa tuvo el 1-2, que desbarató Soriano de manera milagrosa y que dejó ese regusto amargo que recorre la boca desde hace tres jornadas por lo que ha podido ser y no ha sido.

Compartir el artículo

stats