El Periódico de Aragón

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La opinión de Sergio Pérez

La bronca a Carcedo y el pulgar de La Romareda

Cristian Álvarez se ve superado por el cabezazo de Montoro, autor del tanto del empate del Oviedo. JAIME GALINDO

Contra el Oviedo empezaba este domingo una semana decisiva para el futuro de Juan Carlos Carcedo en el Real Zaragoza. Así estaba fijado en la hoja de ruta de los rectores de la Sociedad Anónima, a quienes desde hace algunas fechas asaltan dudas sobre la figura del entrenador que eligieron para el primer proyecto de la nueva propiedad. El partido terminó con otro empate que mantiene al equipo anclado en las profundidades de la clasificación y con la primera sentencia de La Romareda: los gritos de ‘Carcedo, vete ya’ fueron coreados de manera bastante sonora.

Para llegar a este punto, el Real Zaragoza ha tenido que sumar 10 puntos de 27 y estar lejos de las expectativas a pesar de que la extrema igualdad de la categoría ha comprimido las distancias este año. Más que los números, que también, el público percibe al técnico como un capitán con el rumbo extraviado. Carcedo ha pervertido totalmente su plan inicial, dando constantes volantazos, incluso en un mismo encuentro. Ha perdido el juego que proponía en pretemporada y al inicio de Liga y, ahora mismo, no va para aquí ni para allí. Hay días que va y otros que viene. Esta vez incluyó a Petrovic en el medio y a Larra en el lateral y varió el sistema. El fútbol no mejoró.

Los cambios contra el Oviedo colmaron la paciencia del respetable, que abroncó la decisión del entrenador de prescindir en el minuto 70 de Iván Azón, autor del gol local de la tarde, cuando la necesidad de marcar era palmaria. Su último recurso fue hacer debutar a Zapater esta temporada. A punto estuvo el fútbol de hacerle un guiño si un buen disparo del ejeano hubiera acabado en gol. El técnico volvió a sacrificar a Gueye, presunto fichaje estrella del proyecto y ahora mismo una pieza absolutamente residual en sus planteamientos. La Romareda ha dejado de entender a Carcedo. El equipo juega mal, solo con algún arreón aislado y sin dirección apreciable. Por eso, el estadio le pitó primero, le abroncó después y reclamó su salida por primera vez este año. El dedo empieza a inclinarse.

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