El Periódico de Aragón

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La opinión de Sergio Pérez

Petrovic y el escudo antimisiles de Carcedo en su guerra contra el mundo

Así, sin salirse de su línea de trabajo, acaso profundizando en ella, el técnico consiguió un gran triunfo parcial en esta guerra que tiene contra sí mismo, contra el tiempo y contra su propia afición

Petrovic salta a por un balón aéreo con Enric Gallego. ANDRÉS GUTIÉRREZ / EL DÍA

Simplificando el fútbol en dos cuestiones, el ataque y la defensa, el Real Zaragoza arrastraba importantes problemas en las dos fases del juego en las últimas semanas, lo que había desembocado en una situación preocupante con tres derrotas, dos empates y solo una victoria en seis jornadas. Al equipo le seguía costando muchos esfuerzos hacer gol y estaba encajando con regularidad, todo un drama cuando la media de tantos anotados por encuentro era inferior a uno.

Así, con dudas, con un significativo déficit de puntos y con el runrún alrededor de su figura, fue como Juan Carlos Carcedo se presentó en el Heliodoro, de donde salió victorioso. En un momento en el que todos los ojos estaban puestos sobre él, el entrenador dejó clara cuál era su preocupación principal, la llave para poder ganar: primero no recibir goles, después buscarlos. Para hacer más sólida la estructura, introdujo a Petrovic de tercer central en el medio, flanqueado por Francés y Lluís López. Anclaje, altura, experiencia y salida de balón con el serbio.

El escudo antimisiles de Carcedo estuvo a punto de irse al traste en los diez primeros minutos, cuando el equipo estuvo desordenado y sufrió con los centros laterales. El gol de Vada, en la primera aproximación aragonesa tras un centro mordido de Larra, calmó las aguas intranquilas y el Real Zaragoza se asentó con un buen control de la escena. El centrocampista argentino, que todavía no había anotado en la Liga, finiquitó el encuentro con el 0-2 en la segunda parte, una acción que tuvo conducción, verticalidad, regate y disparo. A Carcedo le salió también bien la jugada de insistir con Vada, uno de sus hombres fetiche.

La obligación de un entrenador en dificultad es buscar para encontrar. En Tenerife, el técnico dio con la victoria, lo verdaderamente importante en un momento tan crítico, y con un plan, un escudo antimisiles con Petrovic como general al mando, que hubiera tenido un efecto boomerang terrible en su contra en caso de derrota por su aparente cariz conservador. Así, sin salirse de su línea de trabajo, acaso profundizando en ella, consiguió un gran triunfo parcial en esta guerra que tiene contra sí mismo, contra el tiempo y contra su propia afición.

 

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