La opinión de Sergio Pérez

Los cinco minutos de Azón y los 45 a la basura de Gueye

La puesta en escena del equipo fue catastrófica a todos los niveles durante los primeros 45 minutos. A esa hora se anunciaban todo tipo de calamidades. La reacción fue extraordinaria

Iván Azón y Alarcón corren hacia el centro del campo después del 2-1, marcado por el canterano.

Iván Azón y Alarcón corren hacia el centro del campo después del 2-1, marcado por el canterano. / LALIGA

Sergio Pérez

Sergio Pérez

El Real Zaragoza se marchó al descanso en el Estadio de la Cerámica con dos goles de desventaja, un 2-0 totalmente merecido ante tanto desmerecimiento en la primera parte. A esa hora del cielo despejado de Villarreal caían chuzos de punta y se anunciaban todo tipo de calamidades, que como bien sabe Cristian Álvarez este es un club de colores blancos y negros, y muy pocos grises. No era para menos.

La puesta en escena del equipo había sido catastrófica a todos los niveles. Defensivo, con concesiones a balón parado y en el juego interior del rival y ofensivo, con una colección de desatinos ejemplificados en los dos fallos consecutivos a bocajarro de Mollejo y Gueye en la misma acción y en un muestrario tremendo de malos pases e imprecisiones con los pies.

Pagaron el pato Eugeni, totalmente desubicado en el costado izquierdo del sistema de Escribá, y Pape Gueye, titular de manera incomprensible y con quien cuesta comprenderlo todo. El entrenador volvió sobre sus pasos y deshizo la madeja que él mismo había hilado con una errónea elección de futbolistas para comenzar el encuentro. Entraron Azón y Vada.

Le costó al canterano cinco minutos hacer lo que no ha hecho Gueye en toda la temporada: marcar. Fue su segundo tanto este año después de un carrusel de lesiones que tanto daño le han hecho a él y al Real Zaragoza. Ese gol y su presencia agitaron el gallinero y al equipo aragonés, que a partir de entonces empezó a encontrar las soluciones donde antes solo había problemas. Con mayor movilidad ofensiva, cayendo mejor a los costados, corriendo a los espacios y encontrando los pases adecuados, llegó primero el empate en una cabalgada de Puche por la derecha y pase al corazón del área para que Iñíguez lo metiera en propia puerta con Mollejo al quite.

Y luego el 2-3, en el minuto 90, tras un brillante centro de Fuentes rematado con la misma perfección por el delantero toledano, que por fin se encontró a sí mismo explotando sus virtudes en la segunda mitad: la movilidad, la capacidad de ser incisivo, de morder y la llegada. El impacto de Azón en el partido fue absoluto, por su presencia y por lo que provocó en los demás, que será todavía mayor cuando coincida con Giuliano. La moraleja es evidente: el Zaragoza no puede prescindir de sus grandes activos, con los mejores en el campo suelen pasar mejores cosas. Y se espantan los malos augurios y los anuncios de cataclismos. 

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