La 14ª jornada de Segunda

Ni una más. La previa del Real Zaragoza-Real Oviedo

Las tres derrotas consecutivas en casa y la acumulación de disgustos amenazan a Escribá y obligan al Zaragoza a una reacción inmediata

Francho, ya recuperado, durante una sesión de entrenamiento en la Ciudad Deportiva.

Francho, ya recuperado, durante una sesión de entrenamiento en la Ciudad Deportiva. / ÁNGEL DE CASTRO

Jorge Oto

Jorge Oto

No va más. Tres derrotas consecutivas en casa suponen un lastre demasiado pesado para el pescuezo de cualquier entrenador. Y más si de los últimos 24 puntos en juego se han recaudado apenas media docena. Los números, de descenso claro, sitúan a Fran Escribá de puntillas sobre un alambre que amenaza con tambalearse de lo lindo en caso de que el Real Zaragoza no consiga sacar adelante el compromiso de este lunes (21.00 horas) frente al Oviedo. Un cuarto sofocón seguido ante una Romareda con la mosca tras la oreja desde hace tiempo dejaría al entrenador valenciano con el agua al cuello y en una situación extremadamente delicada.

El crédito de Escribá y la obligación de encontrar consuelo de una vez ante tanta acumulación de disgustos presiden un encuentro en el que el Zaragoza y su técnico se juegan mucho. Apartado ya de la parte noble de la tabla clasificatoria, el equipo aragonés está en deuda con una afición que no deja de llevarse sofocones. 

Mitiga el dolor, en todo caso, el regreso del hijo pródigo. Vuelve Francho Serrano después de dos meses de ausencia que han parecido dos años. El canterano dejó al Zaragoza en todo lo alto y se reencuentra con él como con un extraño. Porque poco se parece este equipo al que funcionaba como un reloj suizo cuando el aragonés lideraba la sala de máquinas desde uno de los vértices laterales de aquel rombo que tampoco volvió a ser el mismo. Y mira que Escribá le ha dado vueltas a dibujos y efectivos, pero la falta de otro futbolista del perfil de Francho ha hecho totalmente infructuosa una búsqueda que acaba ahora con el retorno de la versión original.

Claro que la falta de ritmo del centrocampista le abocará, casi con total seguridad, a un banquillo desde el que asistirá a un envite que el Oviedo afronta en estado de gracia desde que Carrión se hizo con las riendas en sustitución del destituido Álvaro Cervera. Además, a los asturianos se les da bien La Romareda, donde, tras 29 años sin ganar, han cosechado dos triunfos y dos empates en sus últimas cuatro visitas.

El once

Jugará Rebollo, al que Escribá señaló en Burgos como el sustituto de Cristian para desazón de un Poussin al que el técnico ha relegado a la Copa, y no se esperan cambios en defensa, donde Borge, Lecoeuche, Francés y Jair repetirán. También Marc y Grau en una medular que recupera a Mesa tras su sanción y en la que Valera parece fijo a expensas de saber si Escribá recurre al 4-4-2 o vuelve al 4-3-3 convencido por la acumulación de jugadores por dentro en un Oviedo que intentará dar continuidad a su seguridad defensiva frenando a Azón y, previsiblemente, a Mollejo, que sustituirá a Bakis, lesionado en el entrenamiento de este domingo.

El extremo Paulino de la Fuente, baja en las últimas dos jornadas por una lesión muscular, es la gran novedad en una lista ovetense que sigue sin incluir a Álex Millán, Tarín, Mario Hernández, Romario Ibarra y Luismi.

El examen es de antología para una escuadra que ha desarrollado un espeluznante miedo a ganar y al que en los tres últimos partidos se la han escapado cinco puntos en los minutos finales. Marcar primero, un factor esencial en esta categoría, ya no lo es para un Zargoza que se dejó empatar en Burgos y Gijón tras tener el partido ganado y que sucumbió ante el Eibar en su última aparición en casa después de malograr un 2-0 a favor en una segunda parte dantesca de los aragoneses.

Un mes acumula ya sin ganar el Zaragoza y dos lleva ya sin bailar el Moverse, maños, moverse con la grada de animación de una Romareda escaldada a la que se la agota la paciencia. Escribá, que aseguró no entender la apertura del debate en torno a su continuidad, pone gran parte de su crédito en juego ante una afición consciente de que el equipo le necesita casi tanto como ella necesita a un equipo obligado a despojarse de una vez de miedos e inseguridades para recuperar aquella identidad que le hizo ser temido por todos sus adversarios y que, ahora, se ha transformado en una insoportable vulnerabilidad.