La 18ª jornada de Segunda

La resurrección necesaria

El Real Zaragoza mostró otra cara a todos los niveles, en energía, intensidad, ocupación de espacios, capacidad competitiva y un dibujo con tres centrales que le sentó muy bien

Maikel Mesa, Mouriño, Marc Aguado y Jair, tras el gol del canario.

Maikel Mesa, Mouriño, Marc Aguado y Jair, tras el gol del canario. / JAIME GALINDO

Volvió a ganar el Real Zaragoza, lo que no hacía desde el 5 de octubre en Andorra y, sobre todo, dio por fin otra imagen, cortando esa caída libre que parecía infinita, y que tuvo el giro necesario a todos los niveles, en espíritu, en intensidad y capacidad de reacción en un momento muy delicado, con el líder enfrente y con el mejor forastero hasta que pasó por una Romareda que había sido asaltada de forma continua en los últimos tres meses y que por fin volvió a ver ganar a su equipo. El Zaragoza estuvo parapetado en un esquema de tres centrales en esa intensa reforma que Julio Velázquez fue capaz de dibujar en su segundo partido en el banquillo, en el que se notó claramente la mano del entrenador tras el aterrizaje desalentador en Albacete.

El duelo constató que el equipo, cuando parecía que no, está vivo y que ha abandonado la faz mortecina que mostraba en los últimos tiempos, con más intensidad en la presión, mostrando agresividad y energía, con la defensa adelantada y con Francés y Mouriño tapando las posibles vías a campo abierto y dando más seguridad a Jair. El Zaragoza miró con descaro hacia arriba, con Fran Gámez siendo el dueño de su carril diestro y con Valera dejándose todo en un puesto en el que no está acostumbrado, pero lo hizo asentado todo en un pilar más sólido, mostró movilidad y dinamismo en ataque con Mollejo y tuvo más recursos en la medular con Francho y Toni Moya, de gran partido en su retorno al once, además de la llegada de Maikel Mesa, que fue el que decidió una victoria que es de oro puro.

Nunca se atrevió Escribá a usar un esquema con tres centrales, ni siquiera cuando el equipo se desangraba en defensa, encajando en casi todos los partidos, salvo ante el Oviedo, desde que empezó esta caída. Esta vez no recibió goles. Velázquez, con solo tres centrales por la sanción de Lluís López, y sin carrilero zurdo para ubicar a Valera, vio por ahí la solución y desde luego ese dibujo propició un Zaragoza ocupando mejor los espacios, aunque el gran cambio vino en la intensidad y en la capacidad competitiva.

El Zaragoza apretó arriba y se mostró contundente en los duelos para volver a dejar su puerta a cero. El partido mejoró la versión de muchos jugadores, que recuperaron una cara por fin reconocible

No es cualquier cosa superar a un Leganés que llevaba ocho jornadas sin perder, que era y es aún el líder y el mejor visitante. El partido, por la crisis del Zaragoza y por el enemigo, se las traía y el equipo dio por fin una respuesta, marcó un camino en el plan que quiere Velázquez, que va a apostar por un bloque más intenso, con la presión adelantada y que sea incómodo para los rivales, porque va a vivir todo lo que pueda en campo contrario.  Ese plan de juego requiere de la energía, el desgaste y de la capacidad de trabajo en la presión que mostró un Zaragoza agresivo, que apenas dejó resquicios para el Leganés, que solo al final pudo ver de cerca a Rebollo, en ese centro de Raba que sacó Mouriño.

Un líder minimizado

Dejar al Leganés en tan poco es una constatación del notable partido de un Zaragoza que supo trabajar bien en ataque por dentro, con Francho y Toni Moya, sin el recurso a los balones en largo que tanto exhibió en la última etapa con Escribá y que a tan poco conducía. El triunfo, repleto de urgencias, es solo una señal y esta reacción hay que medirla con el paso de los partidos, pero el primer paso llegó y lo hizo en el mejor escenario, con una Romareda que recuperó la ilusión por ver a un equipo que resucitó. Queda mucho por hacer, el margen de mejora es claro, pero el mensaje es de esperanza. Hay pulso en el enfermo. Por fin...