La opinión de Sergio Pérez

Los errores descomunales de Mouriño y Jair y el envés del Zaragoza

El triunfo ante el Tenerife fue el premio perfecto de la tarde y la recompensa ideal para el momento. El Real Zaragoza mejoró ofensivamente e hizo tres goles. Pero la victoria también estuvo llena de imperfecciones sobre las que Víctor Fernández deberá trabajar. Una cota así de equivocaciones individuales, como las de Mouriño o Jair, y de desajustes, como el vacío a la espalda de los centrales, será muchas veces incompatible con ganar. 

Mouriño, en acción en La Romareda.

Mouriño, en acción en La Romareda. / JAIME GALINDO

Sergio Pérez

Sergio Pérez

Víctor Fernández viene de otros tiempos y de otro fútbol. Cuando lo contó en la rueda de prensa después del partido contra el Tenerife, la del alivio, lo hizo hasta con un punto de extrañeza. Los jugadores celebraron la victoria del Real Zaragoza en el vestuario con éxtasis. Parecía que habíamos ganado la Copa del Rey. Esa fue la manera que tuvo de explicarlo el propio entrenador. Cómo estaría la presión de la olla, cuánta sería la frustración acumulada, cuánta la necesidad de saborear una alegría y tantas las mentes desbloqueadas.

La victoria por 3-1 en La Romareda fue vital para romper con una dinámica terrorífica y para adentrarse en las últimas nueve jornadas sin excesiva ansiedad y con una mayor tranquilidad por la importante distancia con el descenso. Llegó además después de un partido entretenido, en el que pasaron cosas y, lo más importante, el Real Zaragoza hizo por que sucedieran. El equipo estuvo valiente, se atrevió a ir hacia adelante y marcó tres goles realmente bonitos.

El triunfo lo tapa todo porque de todo era lo verdaderamente sustancial. Sin embargo, el encuentro contó con un envés feo y que hoy preocupa menos porque no penalizó en el marcador porque los dioses del fútbol no lo quisieron. Tampoco Edgar Badía. El Real Zaragoza recuperó la querencia ofensiva en varios tramos interesantes del partido, pero tuvo lagunas defensivas profundas en dos niveles diferentes.

Primero, en el relativo a los fallos individuales. Los dos pases suicidas de Mouriño y Jair a Ángel y Enric Gallego fueron espeluznantes: crearon dos mano a mano para el rival que, por fortuna, no terminaron en gol. Y, segundo, el colectivo. Hubo ratos del encuentro en la recta final de la primera parte en los que el equipo estuvo desordenado y con la situación descontrolada. La espalda de los centrales fue un importante talón de Aquiles.

Al fútbol uno va a divertirse y a divertirse viendo ganar a su equipo. El triunfo fue el premio perfecto de la tarde y la recompensa ideal para el momento. Pero también estuvo lleno de imperfecciones sobre las que Víctor Fernández deberá trabajar. Una cota así de equivocaciones y desajustes será, muchas veces, incompatible con las victorias.