Real Zaragoza

La fragilidad defensiva del Real Zaragoza: De drama a drama

El equipo aragonés no enlazaba ocho partidos encajando goles desde hace 4 años, también con Víctor, cuando un fatal regreso del parón por la pandemia arruinó el ascenso

Víctor, con gesto serio antes del partido del pasado domingo ante el Racing de Ferrol.

Víctor, con gesto serio antes del partido del pasado domingo ante el Racing de Ferrol. / JAIME GALINDO

Jorge Oto

Jorge Oto

«Fue devastador, me aniquiló totalmente como entrenador y persona, me dejó vacío de energía e inmerso en una soledad infinita de dolor y tristeza por no alcanzar el objetivo. No sabía si quería entrenar otra vez y no tenía como objetivo inmediato volver al Zaragoza, pero aquí estoy». Víctor Fernández admitió, en su presentación como entrenador del Real Zaragoza, que lo sucedido en 2020, cuando la irrupción del covid fue determinante para evitar el ansiado ascenso del equipo aragonés a Primera, le marcó a fuego. El parón de tres meses devolvió a una escuadra radicalmente distinta a la que había trazado el camino hacia el retorno a la élite antes de que, aquel marzo de 2020, todo se paralizara. 

El drama fue mayúsculo. Desde entonces, el Zaragoza ha deambulado por la categoría sin volver a pelear por el ascenso. Es más, la mediocridad y el miedo han sido los compañeros de viaje a lo largo de las cuatro temporadas recorridas en un periodo en el que el objetivo siempre ha acabado siendo sobrevivir y poner el pescuezo a buen recaudo cuanto antes. También ahora, de nuevo con Víctor en el banquillo, en otro drama que mantiene al equipo aragonés al borde del precipicio y que comparte con aquel de hace cuatro años la sangría defensiva de un Zaragoza que acumula ya ocho encuentros consecutivos encajando goles, algo que no sucedía, precisamente, desde aquella funesta vuelta al fútbol tras el parón por covid.

Entonces, el equipo aragonés acumuló hasta once encuentros seguidos (todos los disputados desde que el balón volvió a rodar) sin cerrar una puerta abierta de par en par para los rivales. La hemorragia, sin testigos ya que los partidos pasaron a disputarse sin público, comenzó en La Romareda ante el Alcorcón en la jornada 32 (1-3) para, posteriormente, continuar en Lugo (1-3), en casa ante el Almería (0-2), en Almendralejo (1-2), frente al Huesca en La Romareda (0-1), en Girona (1-0) y de nuevo como local contra el Rayo (2-4). Lejos de remitir, siguió en Tenerife (1-1), ante el Oviedo en el municipal (2-4), en el Carlos Belmonte (4-1) para cerrar en el último choque de la temporada regular frente a la Ponferradina (2-1). 

Con ocho basta

Ahora, la cuenta, de momento, llega hasta ocho. Tras la derrota por la mínima ante el Espanyol (0-1) y el empate sin goles en Anduva (único partido con Víctor en el que el rival no marcó), llegaron los tantos del Tenerife en La Romareda (3-1), el 2-1 en Valencia contra el Levante, el 1-1 ante el Elche, el 1-2 en El Alcoraz, el 1-1 en Leganés, el 1-3 de la derrota en casa ante el Burgos, la caída por la mínima en Oviedo y el 2-2 del pasado domingo frente al Racing de Ferrol.

Antes, la sucesión de goles recibidos no había pasado de seis encuentros (con JIM en la 21-22). En la 20-21, con tres entrenadores en el banquillo, la mayor sangría alcanzó los cinco partidos con Iván Martínez, mientras que tanto Carcedo como Escribá no llegaron a cinco encuentros consecutivos encajando en la 22-23. También un máximo de cuatro se habían registrado este curso tanto con Escribá como con Velázquez.

El problema se acentúa en las segundas partes, cuando han llegado siete de los nueve últimos tantos recibidos por los aragoneses en los seis últimos partidos. En este sentido, la vuelta tras el descanso está siendo letal, ya que en cuatro encuentros de esos seis ha recibido al menos un gol antes del cuarto de hora de la reanudación

Los 13 goles encajados desde que Víctor ocupa el banquillo advierten de la excesiva dificultad del Zaragoza para echar el candado a una portería en la que el técnico ya ha probado incluso el cambio de guardián (Cristian por Badía) y también a alternar sus escuderos pasando de defensa de cuatro a tres centrales para regresar, el pasado domingo, a un cuarteto. Y ninguna de esas variaciones ha servido para impedir que el rival perfore el marco zaragocista. 

El problema se acentúa en las segundas partes, cuando han llegado siete de los nueve últimos tantos recibidos por los aragoneses en los seis últimos partidos. En este sentido, la vuelta tras el descanso está siendo letal, ya que en cuatro encuentros de esos seis ha recibido al menos un gol antes del cuarto de hora de la reanudación. 

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