Sala de máquinas
Presentimientos de un poeta
La puesta en escena en el Teatro Principal de Zaragoza de una dramaturgia sobre la muerte de Federico García Lorca ha removido en mí ideas y pasiones relacionadas con el presente, sí, pero que, de alguna manera también, entroncan con la época y el drama del poeta granadino.
Con sus presentimientos o premoniciones, más bien, debería precisar, porque no eran sino muy oscuras las sombras que acompañaban a Lorca desde que el golpe de estado militar le aconsejó abandonar Madrid para refugiarse en Granada, junto a los suyos. Allí, en un principio, estaría mucho más seguro...
No sería así, por desgracia. Porque fue en Granada, entre sus deudos, en casa de la familia Rosales, rodeado de primos, parientes, amigos, donde, acosado por falangistas y golpistas, Federico fue detenido y condenado sin juicio alguno a ser fusilado en un paraje que todavía hoy seguimos desconociendo, pues no ha habido forma de averiguar dónde fue enterrado, junto a otros fusilados aquel 19 de agosto del 36, el cuerpo, lleno de plomo, del más grande poeta español.
El texto de La comedia sin título, que así se titula la obra representada estos días en Zaragoza, es obra de Emilio Ruiz Barrachina, escritor, cineasta y profundo conocedor de un mundo teatral que, aquí, en su adaptación de la tragedia lorquiana, se resuelve, sobre todo, con la presencia actoral –hasta una docena de intérpretes– y la fuerza de la palabra.
El desgarro de Lorca frente a su detención e inminencia de ser ejecutado va llegando en oleadas a los espectadores y acrecentando la sensación –en mi caso, al menos– de que, desde aquel sombrío entonces, el mundo no ha cambiado demasiado. Aquellas mismas o muy parecidas ráfagas de angustia que estremecían a Lorca, esas heladas sensaciones de ir a sufrir en cualquier momento una irremediable agresión las estarán padeciendo ahora mismo poetas palestinos, profesores ucranianos, escritores bielorrusos, periodistas venezolanos, artistas de cualquier geografía en cuyo ámbito gobierne la sinrazón de la dictadura. Allá la muerte de la libertad –la muerte–, alza su negro hocico sobre el brillo de los puñales que ya no pudo ver Federico...
Lorca: sangre, símbolo... y teatro.
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