El futuro de Wilson de la Cruz Méndez, autor del conocido como crimen de Reyes ocurrido en Zaragoza en 2015, ya está en manos del jurado popular que tiene que decidir si declararlo culpable o inocente de cada uno de los cuatro delitos que le acusa la Fiscalía y que le podrían conllevar una condena ligeramente inferior a los 30 años de cárcel. Este jueves se reunirán para comenzar a deliberar el veredicto, después de que este miércoles escucharan cómo los especialistas del Instituto de Medicina Legal de Aragón (IMLA) se alineaban al Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Aragón y rechazaban la teoría de la defensa de un forcejeo que acabó en asesinato. 

Los forenses José Manuel Arredondo y Salvador Baena llegaron a esa conclusión a partir del análisis de las manos del fallecido Ariel Carrasco. «Si hubiera cogido el arma con las manos para intentar defenderse tendríamos piel quemada, uñas rotas, rasguños... y de eso nada hay», afirmó Arredondo, quien añadió que el pasillo de la vivienda situada en la calle Navas de Tolosa tenía unas dimensiones tan reducidas que consideró inviable la posibilidad de la pelea. 

Tampoco vieron compatible esta hipótesis con las cuatro heridas de bala que presentaba el cadáver y muy especialmente que «los orificios tenían forma circular», señalando que en medio de una reyerta la entrada de las balas debería de haber sido «perpendicular». 

De la autopsia sacaron como conclusión que el primer disparo fue a cañón tocante en la axila, que le salió por la zona del pecho sin afectar a ningún órgano vital. Posteriormente llegaron otros dos que le afectaron a la zona abdominal y el último, el que lo mató en el acto, le afectó al corazón y a uno de los pulmones. Este último no fue a bocajarro como el de la axila, aunque los forenses del IMLA destacaron que la piel mostraba un tatuaje, que es la marca que una arma de fuego deja en un cuerpo cuando el tiro se realiza a muy corta distancia. Una afirmación que confirmaría de forma científica el informe realizado por Homicidios, quienes en la jornada anterior del juicio no dudaron en calificar de «ejecución» este crimen. 

Junto a las cuatro heridas de bala, los médicos legales observaron otras lesiones propias de golpes con un objeto redondeado en la frente y en la boca. 

Unas explicaciones que apuntalaron la acusación realizada por la Fiscalía Provincial de Zaragoza que consideró que Wilson de la Cruz Méndez es culpable de los delitos de asesinato, robo con violencia, contra la salud pública y tenencia ilícita de armas. Todo ello por un vuelco de drogas, es decir, el robo de 31.500 euros de cocaína, que es lo único que el encausado admitió, si bien explicó que en las prisas por huir primero del piso y después del país, se dejó lo que iba a ser su botín. 

Su abogado defensor, Daniel Severino de Andrés, que mantuvo que fue un homicidio imprudente y se basó en la declaración que dio la hermana de la víctima que llegó a afirmar que hubo un forcejeo. No obstante, presentó como alternativa una condena por homicidio por si el tribunal popular diera por buena la investigación policial y el informe forense. 

El acusado, en su última palabra y entre sollozos, pidió perdón a la familia e insistió en la misma versión que dio al principio: fue a robar la droga, hubo un forcejeo y la pistola se disparó.