Si las carreras para no perder el autobús o el tranvía son ya un habitual de la horas punta de transporte público, en días de huelga la incertidumbre de no saber cuanto tardará en llegar el siguiente aceleró aún más ayer a los rezagados que quisieron mantener el urbano como medio de transporte para llegar a sus casas o puestos de trabajo.

La segunda jornada de huelga dejó ligeros retrasos y pequeñas aglomeraciones en la mayoría de paradas y marquesinas del centro de la ciudad. Durante toda la hora punta, de 13.30 a 15.15, hora en la que estaban convocados los paros, la mayoría de los zaragozanos que tuvieron que esperar solo levantaron la vista de sus teléfonos para dirigirla a la pantalla que rezaba cuántos minutos le quedaba para llegar a su medio de transporte, como si por mirarla más el autobús o el tranvía fueran a aparecer mágicamente tras la esquina de la calle.

Los zaragozanos comienzan a estar habituados a este tipo de paros que llevan encadenándose durante los últimos once meses. «El tranvía es muy cómodo, somos muchos lo que lo usamos y la verdad es que cada vez que hay huelga se nota mucho», comentaba María José, barra de pan en mano, recién salida del trabajo y deseando llegar a casa. «Casi parece que los tiempos de espera sean los de un fin de semana o un día festivo», explicaba Jerry mientras esperaba al autobús que le llevaría al trabajo.

En general, los vecinos son comprensivos con los trabajadores de los servicios de transporte que deciden secundar la huelga. «Después de la pandemia muchas cosas han empeorado, supongo que si protestan es porque las condiciones que tienen no son buenas», añadía Jerry.

También existe un sector reacio con la huelga convocada. «Entiendo que se quejen y que protesten, están en su derecho. Pero yo soy médico y esto lo que provoca es que estemos más hacinados y en tiempos de pandemia no me parece lo más responsable», comentaba Carlos mientras se recolocaba la mascarilla para acceder al interior del vagón. «Son probablemente de los servicios municipales los que más se quejan, siempre están protestando», comentaba Paloma justo antes de subirse al 21.

Hubo un colectivo al que no le afectó la huelga. «Nosotros estamos jubilados, igual nos da coger el tranvía ahora que dentro de diez minutos. Los que tendrán el problema serán los estudiantes o los que vayan a trabajar pero nosotros desde luego qué no», comentaba entre risas una pareja mientras disfrutaban del sol otoñal en la parada de tranvía de Plaza España.

Aun con la diversidad de opiniones vertidas durante el mediodía de ayer la resignación fue el sentimiento imperante durante toda la mañana. «Al final, por parte del usuario poco más podemos hacer que esperar», comentaba un joven en una marquesina de autobús del paseo Independencia. Y así, esperando, fue como la jornada de huelga concluyó.