El Periódico de Aragón

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ZARAGOZEANDO

La calle Alfonso I sucumbe al ‘turisteo’

La aparición de nuevas tiendas con un objetivo claro (los turistas) constata la transformación de esta vía comercial zaragozana

Captain Candy Shop, conocida por ofrecer golosinas de tamaño XXL, es uno de los últimos negocios que han aparecido en esta céntrica calle de Zaragoza. JAIME GALINDO

Las ciudades del mundo se enfrentan a un proceso de homogeneización, aupado por la globalización, desde hace varias décadas. Y no es porque los ayuntamientos hayan decidido colocar el mismo tipo de baldosa en sus aceras, sino porque da igual dónde vayas que siempre te encontrarás las mismas tiendas y las mismas marcas. Zaragoza no es una excepción y la calle Alfonso I se ha convertido en los últimos tiempos en uno de los máximos exponentes de este fenómeno. ¿Lo último? La apertura de una tienda de chucherías gigantes, Captain Candy Shop, que está presente allí siempre que hay turistas. Desde Madrid hasta Dubrovnik, en Croacia, ninguna urbe escapa a este fenómeno de golosinas XXL expuestas sobre barriles.

Esta tienda está en la esquina de la calle Alfonso I con el Coso, y se une a la presencia de otras cadenas y franquicias que responden a la mayor presencia de turistas y viajeros pero también a las modas. Es el caso, por ejemplo, de Empanadas Malvón, situada justo al lado del local de las chucherías, una marca nacida al calor de la fama adquirida en España por esta receta argentina y que abunda en las grandes ciudades de nuestro país.

Otras modas, sin embargo, fueron más efímeras, como la del bubble tea o té de burbujas, una bebida con perlas de tapioca inventada en Taiwan y muy consumida por los jóvenes asiáticos. Llegó a haber una tienda dedicada a este brebaje en la calle Alfonso y otra en Don Jaime I. Las dos están ya cerradas.

Ale-Hop vende todo tipo de objetos y tiene una tienda a mitad de la calle. |

Los de siempre

Guste o no, es un hecho la reconversión comercial que está sufriendo Zaragoza y la calle Alfonso en concreto. Se ve a pie de calle. Y, eso sí, la extensión de estas marcas internacionales va de la mano, inevitablemente, de la desaparición de las tiendas tradicionales y nacidas en la capital aragonesa. Actualmente, en esta céntrica vía, apenas sobreviven un puñado de negocios de aquellos que pueden presumir de tener fotos en blanco y negro de sus puertas de entrada.

Además de varias joyerías, que llevan décadas ofreciendo sus complementos en el centro de la capital aragonesa, destacan La Parisien y Bellostas, ambas especializadas en indumentaria tradicional aragonesa y que son la aldea gala que sobrevive al ataque de las franquicias y firmas internacionales. Caso aparte es el del Café 1885, la antigua Joyería Aladrén, recién restaurado y reabierto antes del verano y cuya estética ayuda a mantener la esencia de lo que un día fue la calle Alfonso. Su marquesina cuidada y original es una excepción entre un mar de carteles con llamativos letreros de colores, neones y tipografías de dudoso gusto.

Las tiendas de accesorios también han encontrado un lugar en Alfonso I. | JAIME GALINDO

En la calle Alfonso I habitan también marcas de renombre en España, como la pastelería Manolo Bakes, diversas tiendas de complementos baratos, varias de accesorios de telefonía (no hay móviles en el mundo para tantas fundas) y otras tres, Tiger, AleHop y Miniso, presentes también en todo el mundo y que ofrecen en sus estanterías todo tipo de cachivaches con mayor o menor utilidad pero creados para llamar la atención de los paseantes. Por su puesto, no podía faltar tampoco un restaurante de kebabs, la comida rápida más popular en España y que están ahí siempre que haya bares y discotecas cerca.

Así, como ha ocurrido en todo el mundo occidental, la ciudad de Zaragoza y su comercio tradicional ha sucumbido al fenómeno del turisteo, que implica la apertura de tiendas que buscan que la gente entre, se pasee y pique algo aunque no tengan una gran necesidad que cubrir. Gustará más o gustará menos, pero la calle Alfonso I ya no es la que fue. Los carteles de tiendas como El Mañico han dado paso a las de locales como La casa de las carcasas. Eso sí, hay una cosa que no cambia y es la cara de asombro y gozo de los visitantes que llegan a la plaza del Pilar desde Alfonso y contemplan una basílica dentro de la que, por el momento, no se venden golosinas gigantes.

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