«Si en ciudades como Nueva York funciona el servicio de bici con estaciones, cómo no va a ser posible en Zaragoza», dice Jesús Rodrigo, uno de esos usuarios del Bizi de toda la vida, desde 2008. Asegura que es el sistema perfecto porque es público, económico y ordenado. «Las bicis de las empresas privadas están mejor, pero son un caos, te encuentras una en cualquier sitio», critica.
Precisamente, el rechazo al «desorden» es uno de los motivos que esgrimen la mayoría de abonados para seguir en el Bizi. «En mi plaza suele haber tres o cuatro bicis abandonadas cada día, eso no puede ser», asegura Salvador Farreres, que admite que la falta de mantenimiento es el principal problemas que tiene la contrata.
«Lo más normal es que a la bici no le funcionen los cambios, o uno de los dos frenos. Y suerte si el sillín no se baja o se mueve mientras vas en marcha», explica. También sucede con las estaciones, «que se reinician y dejan el servicio colgado por minutos y a veces hasta horas», añade Jesús.
Otra de las carencias de este sistema, que en su momento supuso un cambio en la modalidad de los zaragozanos, es su limitación geográfica, ya que no llega a todos los barrios. «Yo tengo la suerte de tener una parada en mi casa, en mi trabajo y en los sitios a los que suelo ir, pero sería conveniente que llegara a todos los distritos porque eso limita mucho su uso», explica Beatriz Plou, que cuando va al pabellón Príncipe Felipe a ver al Casademont tiene que salir con más tiempo porque la parada más cercana se encuentra en Cesáreo Alierta.
La tarifa juega a favor de los usuarios. «Sale muy rentable, incluso si subieran el precio seguiría siendo mucho más barato que cualquier bici privada», admite Beatriz.
El hecho de que las bicis sin uso estén en las estaciones te garantiza que, casi al 100%, podrás disponer de una de ellas. «Con las privadas tiene que tener la suerte de que en tu zona haya una disponible, hoy en día es difícil que no tengas una en alguna parada», añade esta usuaria.
