ZARAGOZEANDO

Un paseo por los confines de Zaragoza: el camino Fuente de la Junquera

En el extremo sur de la ciudad, dejando detrás la sinuosa rampa que sube al Parque de Atracciones se topa el ciudadano con una calle que no miente: el camino Fuente de la Junquera

Parque de La Fuente de la Junquera, con Valdespartera al fondo. Está más cuidado que otros dentro de la ciudad.

Parque de La Fuente de la Junquera, con Valdespartera al fondo. Está más cuidado que otros dentro de la ciudad. / MIGUEL ÁNGEL GRACIA

Iván Trigo

Iván Trigo

La primavera y el buen tiempo invitan a pasear. Y paso tras paso hay veces que uno llega a sitios extraños, que no por eso desagradables. En el extremo sur de la ciudad, dejando detrás la sinuosa rampa que sube al Parque de Atracciones se topa el ciudadano con una calle que no miente: el camino Fuente de la Junquera. Ese, y no otro, es el destino final de esta vía de poco más de un kilómetro en la que hay un colegio, chalets de lujo, de menos lujo, los restos de una nave industrial ahora colonizada por conejos y sí, también un parque en el que hay una fuente, antaño muy visitada, y muchos juncos.

El camino, en los días festivos, está muy transitado por ciclistas y corredores. En una misma calle hay paisajes para todos los gustos. En el comienzo, a un lado hay un muro que separa el mundo de una urbanización de chalets. Al otro, un terraplén es la frontera entre los Pinares de Venecia y la urbe.

La acera en el camino que va hasta la Fuente de la Junquera no es ancha como para fardar delante de otras aceras si las aceras se juntaran para hablar de sus cosas. Los corredores deben ir sorteando peatones. En la calle también hay un carril bici, que se extiende solo en el tramo de la calle en el que se sitúa el Liceo Europa, que hace poco ha variado su skyline, si es que los colegios pueden tener de eso, al construirse un inmenso pabellón que ahora sirve como centro de tecnificación para la Federación Aragonesa de Baloncesto.

El carril bici comienza y termina en el colegio Liceo Europa. |              EL PERIÓDICO

El carril bici comienza y termina en el colegio Liceo Europa. | EL PERIÓDICO

Conforme se avanza, el camino comienza a serpentear. Los chalets y el colegio dan paso a un descampado a la izquierda, mientras que a la derecha el terreno se abre empinado hacia el río Huerva, lo que permite disfrutar al paseante de unas vistas con campos en primer término y Valdespartera a lo lejos. Y antes de que el paisaje se transforme de nuevo, los restos de lo que parece una antigua nave aportan ese necesario, o no, toque de misterio que todo paseo que se precie necesita.

La nave, o lo que fuera, ya no tiene cubierta. Y no es el lugar idóneo para pasear a los perros, puesto que el suelo está lleno de cristales y basura punzante. Eso sí, a los conejos no parece importarles, puesto que con tan solo echar un vistazo se divisan varios. La fauna se abre paso en los confines más recónditos de la gran ciudad. Sobrecogedor. El camino Fuente de la Junquera sigue avanzando. Otra vez ocurre que cada uno de los lados de la calle son mundos distintos: a la izquierda, chalets modernos con diseños más modernos todavía. A la derecha, parcelas de las de toda la vida en las que los abuelos tienen huertecitos. Pero las estrechas aceras terminan y se llega a un espacio abierto, en el que se sitúa la urbanización de La Fuente de la Junquera, cuya denominación podría pecar de poco original.

Los restos de una nave están colonizados por los conejos. |              EL PERIÓDICO

Los restos de una nave están colonizados por los conejos. | EL PERIÓDICO

Vivir en este lugar supone vivir en una casa bien, pero las conexiones, al estar uno en la última calle antes de que termine la ciudad, no son las mejores. Un bus une la urba con la parada del tranvía del Hospital Militar. Pasa cada 30 minutos, por lo que el coche suele ser la mejor opción, aunque da la impresión que los vecinos de la zona pueden permitirse coger un taxi con cierta asiduidad.

Y al fin: el parque donde se sitúa lo que tantas veces ha sido nombrado: la fuente y la junquera. La fuente, como tal, no es gran cosa. En un concurso de belleza de fuentes podría quedar como la simpática. Un chorrillo de agua cae constante ante la pasividad de los visitantes, aunque antaño, a mitad del siglo pasado, decenas de zaragozanos se juntaban aquí todos los fines de semana para comer en el campo y llevarse garrafas llenas de este agua, que se presuponía muy buena para sanar ciertas enfermedades.

De la Fuente de la Junquera sale un chorrillo de agua.   | EL PERIÓDICO

De la Fuente de la Junquera sale un chorrillo de agua. | EL PERIÓDICO

El parque como tal, dejando de lado la ironía que se ha colado en algunas líneas de este reportaje, está muy bien cuidado. El Huerva se encuentra aquí por primera vez con la ciudad de Zaragoza, su último paso antes de desembocar en el Ebro. El río hace que todo sea más bonito. El sonido del agua relaja. Y los puentes bajo los árboles que comienzan a reverdecer también quedan muy bien. Pero, cómo no, esta caminata aguarda una última sorpresa: una señora paseando a un pato.

Antes de terminar se llega al asador Fuente de la Junquera, un espacio «multiocio» al que se puede llegar en coche y aparcar sin necesidad de haber hecho el camino aquí relatado. Parece la opción predilecta de los clientes del restaurante. Pero se habrán perdido muchas cosas por el camino.

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