El crecimiento de la capital aragonesa

El barrio obrero que logró conectar Zaragoza

Las Fuentes emergió en los años 50 sobre unas antiguas huertas a orillas del río Ebro

La fundación del tranvía fue uno de sus hitos principales, acompañado de un auge de la industria favorecido por el éxodo rural

Ahora, los vecinos consideran una "prioridad" reformar las viviendas de la zona norte, en la parte originaria

Imagen aérea de las viviendas sindicales, en la zona originaria de Las Fuentes.

Imagen aérea de las viviendas sindicales, en la zona originaria de Las Fuentes. / Archivo

Alberto Arilla

Alberto Arilla

Cuentan que, hasta la primera mitad de siglo XX, cuando el río Ebro se desbordaba a su paso por Zaragoza, había una zona de campos y huertas en su margen derecha que hacía emanar el agua del suelo. Una anécdota que serviría para denominar el nuevo barrio obrero que nacía sobre esas tierras a partir de los años 50, Las Fuentes.

Fueron los 'tranvieros', a comienzos de la década, quienes empezaron a habitar las primeras casas que se levantaban sobre el lugar, en lo que ahora sería su zona norte. Unas viviendas sociales que emergieron en en dos fases: una primera, construida en el primer lustro de los 50, con pisos de unos 40 metros cuadrados de media, con edificios como el antiguo Grupo Girón (hoy Andrea Casamayor), que contaban con espacios libres, aunque carecían todavía de servicios; y una segunda, a partir de 1956, con apartamentos que ya alcanzaban los 60 metros y con edificios que ya incorporaban espacios para locales sobre los que se fundaron varios negocios de proximidad.

«En estos primeros pisos, pese a que eran pequeños, podían llegar a vivir familias de ocho o diez personas», recuerda Laureano Garín, presidente de la asociación vecinal Civitas y habitante del barrio desde su génesis. Garín rememora cómo, sobre esas primeras bases de vivienda social, comenzó a llegar la unión con el resto de la ciudad, favorecida por un tranvía que «bajaba» por calles como Miguel Servet o avenidas como Compromiso de Caspe. Y es que, tal y como incide otro dirigente vecinal, en este caso el presidente de la asociación de vecinos Las Fuentes, José Ramón González, la principal peculiaridad del barrio es que «se construyó desde las afueras hacia el centro».

Núcleo inaugural del barrio Las Fuentes, en 1955.

Núcleo inaugural del barrio Las Fuentes, en 1955. / Archivo

De esta forma, los negocios comenzaron a emerger a la par que la ciudad se desarrollaba con industrias favorecidas por la mano de obra que llegaba procedente de los pueblos aragoneses. Un éxodo rural iniciado en los años 60 y que cubrió las necesidades de producción del antiguo Matadero o la vieja fábrica de Giesa, por poner dos ejemplos significativos, que provocaron que decenas de familias completaran la escena urbana del distrito, que en la actualidad incluye parte del barrio de Montemolín-Bajo Aragón, en la zona más cercana a la calle Miguel Servet (uno de sus cuatro límites, junto al río Ebro, Camino de las Torres y la Z-30), superando los 40.000 habitantes según datos del último padrón.

Escasez de vivienda y buena dotación de servicios

En cualquier caso, esta serie de circunstancias provocaron que la vivienda comenzase a escasear y que, a finales de siglo, los hijos de esa primera generación procedente del campo emigrasen hacia zonas emergentes como el Actur. A día de hoy, apenas queda espacio para construir, por lo que la «prioridad», tal y como reconoce José Ramón González, «debería ser reformar las de la parte más antigua, ya que si solo se desarrolla la zona sur quedará un barrio disociado». Algo que también queda reflejado en las cifras, pues, según la Cátedra del Mercado Inmobiliario de Aragón, elaborada por la Universidad de Zaragoza, la de Las Fuentes es la segunda junta vecinal de la ciudad (contando distritos y barrios rurales) con el precio por metro cuadrado más bajo: 1.264 euros.

La fundación del tranvía fue uno de los hitos del barrio.

La fundación del tranvía fue uno de los hitos del barrio. / Laura Trives

En lo que respecta a los servicios, el desarrollo que ha llevado a cabo el distrito en los últimos 70 años ha propiciado que, en estos momentos, Las Fuentes goce de equipamientos en casi todos sus frentes. Así, el barrio cuenta actualmente con varios centros públicos educativos, siendo pionero el Santo Domingo de Silos, que llegó a ser el más numeroso de Europa con 8.000 alumnos. «Nos llamaban el barrio de las sirenas, porque cuando sonaban a la una, sabías que era la hora de parar en las fábricas, y si sonaban a las cuatro, era que nos estaban llamando a clase a los alumnos», asegura nostálgico Laureano Garín, que también destaca el «papel activo» que tuvo la Iglesia en el crecimiento del barrio, con parroquias como las de San José Artesano o San Mateo.

Asimismo, el barrio también cuenta con dos centros de salud, uno orientado a cada zona, aunque José Ramón González reconoce que «se están quedando pequeños», a la par que reclama «un pabellón deportivo propio», pues los dos más cercanos, Alberto Maestro y La Granja, pertenecen a los distritos Centro y San José, respectivamente. En ese sentido, el ayuntamiento proyectó hace algo más de año y medio la construcción de uno en una parcela, aunque por el momento «no se ha presupuestado».

Los edificios del antiguo Matadero se han reconvertido para darles un uso cultural.

Los edificios del antiguo Matadero se han reconvertido para darles un uso cultural. / Laura Trives

Además, la estructura del antiguo Matadero se aprovechó para ubicar el Centro Cívico Salvador Allende, la biblioteca Ricardo Magdalena o la Casa de la Juventud, entre otras, convirtiéndose, junto a entornos como el del parque Torre Ramona, en un lugar clave para la socialización del barrio, como reconoce Salvador, un vecino jubilado que admite que «el tener los servicios para la tercera edad ahí mismo está muy bien».

El comercio de proximidad, clave

En cuanto al comercio, Aurora Sachez, coordinadora de la asociación Yo Compro, explica que, pese al paso del tiempo, en el distrito todavía prima «el comercio de proximidad», pese a que lamenta que el modelo actual de ocio «favorezca a los centros comerciales». Con todo, y «pese a las crisis de 2008 y 2020», Sachez reivindica que «poco a poco vamos saliendo del pocico», gracias también a la «concienciación» y «el sentimiento de barrio».

«Los vecinos nos conocemos de toda la vida», dice por su parte Celia, dueña de Pan Leche Maris, panadería con 40 años de vida que heredó de sus padres, aunque también subraya que la idiosincrasia del distrito y del consumo «ha cambiado mucho» en este tiempo, por factores muy diversos que van desde el envejecimiento de la población hasta los nuevos hábitos, aunque, como vecina «de toda la vida», Celia concluye orgullosa: «Me encanta vivir en mi barrio».

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