ZARAGOZEANDO

Risoterapia para mayores en Zaragoza: "Estoy muy contenta. Si no, estaría tumbada en el sofá"

El centro de convivencia de mayores Rey Fernando, en el Actur, ofrece desde 2017 un taller de risoterapia al que asisten cada semana dos grupos de 20 personas cada uno 

El centro de mayores de Las Fuentes ya tiene comedor para sus socios

Taller de risoterapia para mayores en Zaragoza

Laura Trives

Iván Trigo

Iván Trigo

«Aunque solo sea una hora al día, para muchos este rato es vital. No solo es cuestión de reírse, sino que para muchos es una alternativa a la soledad y la depresión». Habla Yolanda López ­–Yoli Terremota de nombre artístico–, dinamizadora a cargo de un taller de risoterapia que se imparte en el centro de convivencia de mayores Rey Fernando, en el Actur. A estas instalaciones, gestionadas por el Ayuntamiento de Zaragoza, acuden cada semana dos grupos de 20 personas cada uno dispuestas a pasar un buen rato.

«Al principio muchos no sabían que esperar, pero ahora todos vienen muy contentos», explica la directora del centro de mayores, Olga Romero. Para poder asistir a estos talleres hay lista de espera. «A ver si aumentan las plazas», ríe López.

«Yo no sabía lo que íbamos a hacer, pero lo que sé ahora es que lo pasamos muy bien. Es una forma de hacer amistad con gente del barrio con la que si no fuera por esto a lo mejor ni nos saludábamos. Estoy muy contenta con esta actividad. Si no viniera, estaría en el sofá tumbada», cuenta Elena, una de las asistentes. «Yo tampoco tenía ni idea de lo que era esto. Pero nos lo pasamos genial», dice otra mujer, Mari Cruz. «A mí si no me dejan volver me dará pena», comenta una tercera, Teresa, temerosa de que la lista de espera existente le impida asistir el año que viene.

La dinamizadora de los talleres, Yolanda López, con una de las asistentes a los cursos de risoterapia.

La dinamizadora de los talleres, Yolanda López, con una de las asistentes a los cursos de risoterapia. / LAURA TRIVES

El taller comienza con una dinámica que consiste en mencionar los nombres del resto de asistentes. «Es una forma también de practicar la memoria», explican las responsables de estos cursos. La risa es así una excusa para moverse y también una forma de estimular el desarrollo cognitivo de los mayores. «Hay gente que no podría atender otros talleres porque son más exigentes. Aquí se mantienen activos sin darse cuenta», comentan.

Este taller de risoterapia se imparte en este centro de mayores desde el año 2017 dentro del programa de envejecimiento activo. La lista de beneficios es larga, y eso que no puede considerarse como una terapia como tal, ya que no cura. Pero sí genera efectos positivos entre los que asisten a estos talleres, como el afrontar la vida desde un punto de vista positivo, reducir las tensiones y desarrollar confianza en uno mismo.

Uno de los asistentes jugando a los 'Marcianitos'.

Uno de los asistentes jugando a los 'Marcianitos'. / LAURA TRIVES

La música suele estar presente en estos talleres. Y las dinámicas obligan a los asistentes a bailar y a hacer muecas. «Hay que venir a jugar. Todos tenemos problemas, pero durante este rato los dejamos en la puerta. Este tipo de iniciativas es muy importante para ellos», explica Yolanda López.

Desde fuera, uno no puede dejar de sentir ternura al ver a un grupo de adultos disfrutando sin complejos. Todos se preocupan por el resto e intentan que nadie se quede sin participar. «Vuelven a su infancia durante un rato», dice risueña la dinamizadora.

El éxito de estos talleres se mide también por el grado de demanda y asistencia a los mismos. Desde 2021 se ofertan dos sesiones para dos grupos diferenciados para poder ampliar así las plazas, en un momento además en el que «la necesidad de reír era aún mayor para afrontar la apatía tras la pandemia». «Pero aun así cuesta más. Hay muchas personas que desde el confinamiento no han recuperado la misma alegría con la que vivieron hasta 2020. Les cuesta más reír», lamenta Olga Romero.

La risa está presente durante toda la sesión.

La risa está presente durante toda la sesión. / LAURA TRIVES

Según diversos estudios científicos, un bebé puede llegar a reírse unas 300 veces al día. Sin embargo, con el avance de la edad disminuye la capacidad de echar una carcajada. Un adulto puede reír entre 15 y 100 veces al día. «Es algo que hay que practicar y ejercitar porque es muy beneficioso. Aquí venimos a soltar tensiones», mencionan. Durante la sesión, las risas son continuas. Aun cuando la memoria falla e impide seguir alguna de las dinámicas. «Lo importante es saber reírse de todo, también de los errores», zanja López. 

Suscríbete para seguir leyendo