Hasta hace aproximadamente diez años, la economía del valle de Castanesa dependía casi enteramente de la ganadería. Pero desde entonces se ha desarrollado bastante el sector turístico, lo que a su vez ha hecho llegar a este rincón apartado de Aragón un eco del auge inmobiliario que ha vivido la mayor parte de España hasta el estallido de la crisis. Por eso ahora los habitantes de la zona tienen miedo de que la destrucción causada por el fuego reduzca el número de visitantes y de residentes temporales, pues numerosas familias catalanas y aragonesas, no todas oriundas de la Ribagorza, han adquirido chalets, apartamentos y viejas construcciones rústicas que han restaurado. "Esperemos que el turismo no se resienta", manifestó ayer Nacho Espot, alcalde de Laspaúles. "No somos pesimistas, pues, por la forma en que avanza el fuego, se ve que no destruye toda la vegetación a su paso", añadió. Además, en Castanesa confían en que la naturaleza se recupere rápidamente por sí sola.

El valle de Castanesa se ha valido de su cercanía a la estación de esquí de Cerler y al parque de Posets-Maladeta para desarrollar sus servicios turísticos. Pero, al margen de su estratégica situación, posee unas características que lo hacen muy atractivo. A diferencia de otros valles pirenaicos, sus pueblos no se sitúan junto al río, sino que se levantan en las faldas de las montañas, en cerros y en cualquier tipo de elevación del terreno.