Llega el ecuador de la legislatura y las encuestas publicadas durante estos días, sin resultar infalibles, sí que sirven para marcar una pauta. Balizas en medio de las turbulencias sociales. La desafección política cobra importancia; los niveles de abstención serán más altos, impulsados por los casos de corrupción y la falta de soluciones que desde las instituciones públicas se está dando a los problemas de la ciudadanía.

Unido a la desafección creciente viene la intención de voto que presentan a día de hoy las principales fuerzas políticas. El Partido Popular sufre un importante desgaste por su acción de Gobierno. Afecta a todos los ámbitos. La marca PP padece una sangría, que rondaría los 100.000 sufragios en la comunidad autónoma. No es una caída estrepitosa, pero sí una devaluación importante que pasa factura a la formación tanto en el Gobierno de Aragón, donde tienen el poder, como en el Ayuntamiento de Zaragoza. El PSOE sigue sin entusiasmar; se le identifica todavía como parte del problema, no de la solución. Se mantiene estable, pero con tendencia a la baja. Sus líderes siguen sin conectar con la gente y las cuitas internas del partido tampoco ayudan.

Los grandes beneficiados del desgaste del PP y el PSOE son los partidos pequeños. El bipartidismo pierde fuelle al tiempo que se atomiza el panorama político. Izquierda Unida es la que experimenta un crecimiento más notable. Ha sabido canalizar el descontento de la calle con una posición sólida y coherente. También CHA remonta, aunque con menos fuerza. La alternativa nacionalista y de izquierdas no cuaja del todo. Sí lo hace UPD, que irrumpiría con mayor o menor fuerza en las instituciones más importantes. Su papel en la gobernabilidad está por ver, pero parece evidente que capitaliza el malestar y la decepción del electorado de la derecha.

La gran incógnita sigue siendo el PAR. En Zaragoza su situación está próxima a la desaparición; el voto urbano lo tiene perdido. Los aragonesistas ni están ni se les espera. Pero su caudal de apoyos está siempre en el medio rural. Ahí radica su fuerza. Con el proceso precongresual abierto en canal su influencia en el territorio podría perder rango. Aunque también es cierto que esta formación siempre obtiene mejores resultados en las elecciones que en las encuestas. No está en una posición sencilla. Y gran parte de su futuro parece en manos de su capacidad para regenerarse y para desprenderse de ciertas etiquetas. En cualquier caso, se vista como se vista, su tendencia no es ascendente precisamente.

Foto fija

La foto fija deja pues unas instituciones más fragmentadas y unos partidos políticos con menos apoyo en la calle. La desafección es una mal transversal que tiene también su impacto en la valoración de los líderes. Ninguno de ellos aprueba y además el grado de conocimiento también deja mucho que desear. Luisa Fernanda Rudi y José Ángel Biel son los más identificados en la calle, pero suspenden en aceptación. Los partidos no salen mejor parados. Ningún político parece convencer suficiente.

Se hace necesario un acercamiento entre el sentir de la calle y la política. Mensajes como los que Biel y Rudi lanzaron el Día de Aragón, menospreciando a las mareas no ayudan a que la ciudadanía vuelva a creer en los partidos, en sus líderes e incluso en las instituciones. Las soluciones no parecen sencillas. Pero escuchar primero, y tratar de comprender después sería un primer paso. De otra forma, la distancia que separa a los políticos de la calle no hará otra cosa que agrandarse.