Dentro del conglomerado de establecimientos dedicados a la beneficencia que dependieron de la DPZ destacan los talleres del Hogar Pignatelli. A ellos llegaban, a partir de los 14 años, los menores acogidos, que, además de aprender un oficio con el que se ganarían la vida, surtían a la institución de casi todo lo que necesitaba. Su importancia creció con el paso de los años y llegó a haber talleres de albañilería, jardinería, zapatería, electricidad, panadería, fontanería, imprenta o peluquería.