Daniel González y Javier Rodríguez todavía se preguntan, cinco años después de la aprobación de la ley, si la sociedad está preparada para normalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, a pesar de su legalización. Daniel tiene 31 años y es propietario del restaurante La Piedra, en Zaragoza. A finales del 2010, él y su marido celebrarán su cuarto aniversario, aunque más que algo emocional, para Daniel el matrimonio es un tema fiscal y de trasfondo económico. "Cuando se aprobó la ley todo el mundo hablaba de la adopción, los niños y las familias de gays y lesbianas, pero pocos hablaron de la posibilidad de hacer por fin la declaración de la renta conjunta", explica.

Algo en lo que coincide su amigo Javier, de 35 años, dueño del pub Urano. Él no está casado ni tiene intención de hacerlo, pero cree que es un avance necesario para ser visibles en la sociedad.

En el año 2005 entró en vigor la norma que les daba la oportunidad de elegir si querían casarse o no. Para ellos fue un paso, pero según Javier "todas las personas elegimos, no solo los gays y lo lamentable es tenerlo que explicar". No entienden la razón por la que los homosexuales se consideran un colectivo, cuando a los "heteros no se les mira como tal".

CUESTIÓN DE EDUCACIÓN Todo eso, afirman, forma parte de la falta de normalización. "Que las relaciones entre dos hombres o dos mujeres se vean como algo normal no depende de nosotros sino de los demás", señala Javier, quien afirma que los homosexuales han tenido que luchar y educar a los de su alrededor sin saber cómo hacerlo. Ahora muchos adolescentes salen del armario y "tienen el terreno muy hecho", expresa. Pero conseguir una mentalidad abierta para su aceptación antes no era tan sencillo como puede serlo ahora.

Para ambos, que puedan casarse es un derecho y no una revolución. "Hemos conseguido una igualdad pero en el papel, y después una declaración conjunta", añade Daniel, para quien ha sido muy importante conseguir un derecho legal que le permita ir al hospital y firmar el alta médica de su marido. Aunque todavía queda mucho por hacer y muchos logros por delante. "Tenemos que luchar por lo que es nuestro el doble porque a las dificultades se suma que estamos estereotipados", apuntan.

Tanto para Daniel como Javier, hoy en día ser gay es para muchos "una moda". Y, en este sentido, confiesan que tienen miedo de los efectos que eso pueda tener a la larga y que lo mejor sería "pasar desapercibidos, aunque para eso pueden pasar años". Además tienen en cuenta que puede llegar un día en el que todos los avances conseguidos se puedan tambalear. Ellos no pertenecen a ninguna asociación de homosexuales y no acuden a las manifestaciones del día del orgullo porque "hay que estar orgullosos los 365 días del año", aunque defienden esa fiesta como una oportunidad para hacerse ver y gritar que están y que existen en la sociedad. T. RIVASÉS