La misión no era de guerra ni de ocupación, pero la población recibió al contingente recelosa. Sin embargo, el trato directo fue para el general Coll muy positivo. "Al principio la gente salía poco a la calle, pero al mes ya pudimos cambiar el casco por la boina, y no hacer ostentación de las armas", recuerda. La contratación de afganos para trabajar en la base y la construcción de puentes o caminos contribuyeron a ganarse a la población. Tanto fue así que incluso se organizó un torneo de fútbol con equipaciones españolas e italianas --incluída la del Real Zaragoza--, y el general Coll acudió a una competición de buscashi, una lucha a caballo por conseguir una piel de cordero.

También las acciones de desminado, en las que estaba integrado el capitán zaragozano Miguel Alejandre, ayudaron a granjearse el cariño de la población. "La luna llena de minas" fue la frase usada por el responsable máximo de la ISAF, el general británico MacColl. Los artificieros españoles tuvieron que vérselas con misiles, bombas y minas, pero salieron indemnes en el país más minado del mundo.