Hace diez años, los primeros militares españoles partían desde Zaragoza para abrir la misión más cara, tanto en lo económico como en vidas humanas, de las Fuerzas Armadas españolas: la de Afganistán. Gran partes de las tropas pertencían a la Brigada Cazadores de Montaña Aragón I, con mando en Jaca, la Agrupación de Apoyo logístico AALOG 41, tres equipos de desactivación de explosivos y la Escuadra de Apoyo al Despliegue Aéreo (EADA) de la Base Aérea.

Al mando estaba el por entonces coronel --hoy general de brigada en la reserva-- Jaime Coll, responsable de la vida de los cuatrocientos soldados españoles integrados en la ISAF (La Fuerza Internacional de Seguridad para Afganistán), con un objetivo claro, "la seguridad", y un enorme peso sobre los hombros. "Allí estas solo, si fallas, fallas tú. Pero volvimos todos, y eso es lo importante", recuerda, una década después, desde su retiro mallorquín.

Actualmente, las fuerzas españolas continúan con el mismo objetivo, conseguir estabilizar el territorio y adiestrar a las Fuerzas de Seguridad afganas para que puedan asumir por sí solos la gestión de un país complejo y hostil, incluso en lo geográfico. Pero el hostigamiento de los insurgentes, los conflictos tribales o una acción poco afortunada --como la reciente quema de coranes-- puede dar al traste con lo ganado.

DESOLACIÓN Si la tarea es titánica, ante el panorama inicial lo era aún más. Con los rescoldos de la operación Libertad Duradera aún calientes, la fuerza internacional de paz llegaba para asegurar, en principio, la capital --Kabul-- y dar cierta cobertura al incipiente Gobierno nacional de Hamid Karzai. "Teníamos experiencia en otros países con conflictos recién terminados, como Kosovo. Pero al llegar allí descubrías una pobreza terrible, la gente metida en covachas de adobe, a 15 grados bajo cero y con la comida justa para sobrevivir", recuerda Coll.

La frase más repetida entre los militares es el "regreso a la Edad Media", como cuenta el coronel Ángel Santos, responsable de veterinaria. En un Kabul destrozado por los bombardeos, el cuartel general de la ISAF se fijó en el Ware House, unas antiguas instalaciones de obras públicas "hechas polvo", pero aún en pie.

Mientras desarrollaban las misiones principales, había que hacer del almacén asignado a la tropa española un lugar habitable. "No había horario, nos levantábamos a las cinco de la mañana y no sabíamos cuándo nos acostaríamos", relata el coronel Santos, hoy destinado en el Hospital Militar de Zaragoza: "Había que retirar toda la maquinaria, colocar plásticos en las ventanas, improvisar duchas y letrinas...".

La misión presentaba unas terribles dificultades logísticas, en un país sin acceso por mar y con una orografía que ni siquiera hacía sencillo el transporte aéreo. La EADA tenía que asegurar una zona de aterrizaje en la que los aviones no solo tenían difícil el acceso por las montañas sino que eran blanco fácil para un posible ataque insurgente. Para el transporte de lo más básico ya hizo falta alquilar once aviones Antonov de la antigua Unión Soviética --ahora ucranianos--, los únicos con capacidad suficiente para trasladar esas cantidades de intendencia junto a los estadounidenses.

TERREMOTOS Los soldados se percataron bien pronto de las múltiples amenazas del entorno, pese a no ser una misión de guerra. "Un día cayeron en el perímetro cuatro granadas. Eran muy rudimentarias, ni siquiera llegaron a explotar, pero fue un aviso y reforzamos la seguridad", explica el general Coll. En marzo, coincidiendo con la visita del ministro Trillo a Kabul, un terremoto sorprendía a los soldados españoles. A los pocos días descubrieron que el temblor había costado la vida a 3.500 personas en Kabul, cebándose en las endebles construcciones de adobe.

Entre desactivaciones de explosivos, arreglos de vías y un fluido pero cauteloso trato con los afganos nació una misión que, hoy, sigue en desarrollo. El general Coll, tras otras tres expediciones allí, concluye que "en un país donde varias generaciones solo conocen la guerra, implantar una organización con filosofía occidental lleva tiempo".