Un crimen machista producto de la humillación y de la ofuscación. De esta forma, Salvador Gázquez Rico trató ayer de justificar las más de 40 puñaladas que acabaron con la vida de su esposa, Coral González García, una madrugada del 16 de diciembre del 2015, en Zaragoza. Ese día, esta mujer de 44 años iba a ir junto a su hermano a la Casa de la Mujer para ser asesorada legalmente porque quería separarse.

Ante los nueve miembros del jurado -formado por seis mujeres y tres hombres- el encausado describió friamente la relación conyugal que mantenían, haciendo entender que todo fue normal hasta el último domingo de noviembre en el que Coral González le comunicó su voluntad de romper el matrimonio. «Me dijo que se aburría de la monotonía y me derrumbé, intenté convencerla, hasta me puse de rodillas, pero como ví que era imposible le ofrecí ir los dos a un abogado», señaló.

Sobre la noche de los hechos insistió en que solo recuerda el antes de matarla y el después, pero no pudo dar mucho más detalle del durante. Eso sí, quiso resaltar que no la agredió cuando estaba dormida y, por tanto, indefensa, sino que la despertó en medio de la noche porque «estaba dándole vueltas a la cabeza sobre el patrimonio en común». A partir de ahí, según Gázquez Rico, se desató una discusión que le llevó a «perder los estribos, ir a la cocina y ya no recuerdo lo que pasó». «No estaba dormida, si la llego a coger desprevenida con un martillazo en la cabeza me hubiera bastado para matarla al instante», recalcó.

LUZ ENCENDIDA

Muestra de que el ataque no fue sorpresivo es que la luz de la mesilla estaba encendida. Fue un detalle que resaltó el procesado y que hoy será valorado por el Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Aragón que está citado en la segunda sesión del juicio. No obstante, la hipótesis inicial es que utilizó esa lamparita por su baja intensidad de luz y que luego encendió la general de la habitación, ya que el interruptor estaba manchado de sangre y, por tanto, fue posterior al crimen.

Al supuesto quebradero de cabeza por la cuestión económica el abogado defensor, Javier Notivoli, añadió la relación sentimental que la víctima había comenzado con otro hombre. El penalista zaragozano leyó todas las conversaciones de alto contenido erótico que llevaron a Gázquez Rico a sentirse «degradado». «Me enseñaba las fotos de desnudos y las conversaciones para hacerme daño, yo no me lo podía creer, porque el divorcio lo admití, pero que me humillara no», añadió el acusado. Unos sentimientos que para Notivoli demuestran que «era un monigote en manos de Coral, que soportó lo insoportable y que fue tan tonto que puso su herencia a nombre de los dos».

AFRODISIACO

Gázquez Rico también declaró que las relaciones con terceras personas a partir de internet fue algo que surgió de forma espontánea por su parte y que para ella «era como un afrodisiaco, que hablara con otras mujeres le excitaba».

Los padres de la víctima y el hermano ofrecieron un ambiente matrimonial opuesto. Todos ellos coincidieron en que ella era sumisa a su esposo. «Venía sola dos veces al año a vernos a Barcelona y siempre tenía que pedirle permiso», resaltó Marcos, el hermano de Coral. De hecho, este joven destacó que en una ocasión en la que su madre había sido operada y ella la fue a ver «tuvo que llamarle para pedir quedarse algún día más». «Le hacía cargar a ella con las maletas, imagina si le trataba mal», añadió.

Antonio, el padre de Coral, incidió en la versión de su hijo y añadió que «toda los miembros de la familia tenían prohibido subir a la casa de la pareja». «Cuando veníamos a Zaragoza le traíamos verdura de nuestro huerto y él era incapaz de ayudarla, se quedaba en casa», aseveró. Los vecinos que aquella noche llamaron a la Policía para pedir ayuda coincidieron en asegurar que no oyeron ninguna discusión previa, que solo escucharon los gritos desgarradores de «Socorro, Policía, me va a matar». También rechazaron peleas previas. Gázquez Rico se enfrenta hasta a 25 años de prisión, penas que solicitan las abogadas Altamira Gonzalo y Rosa Fernández en nombre de la familia. La defensa solicita una condena no mayor de 15 años y resalta que «confesó» y que ha pagado 75.000 euros.