El Plan de Empleo que quiere poner en marcha el Gobierno de Aragón (con un pellizco extrapresupuestario de ciento cincuenta millones y otros doscientos millones provenientes del ámbito financiero) podría ser la primera medida de verdad que adopta el Ejecutivo presidido por Luisa Fernanda Rudi. Y si utilizo el condicional es porque, como ha denunciado la oposición, ya se aprobó hace casi un año una Estrategia de Competitividad que debía mover quinientos kilates... y a fecha de hoy seguimos como estábamos. Las fantasmagorías son habituales en la Tierra Noble y últimamente más, si cabe. Pero deberemos fingir que aún confiamos en nuestros jefes. La semana próxima explicarán a los agentes sociales cómo funcionará ese nuevo Plan de Empleo. Quizás propongan alguna novedad interesante, o al menos ofrezcan a la mustia economía aragonesa un balón de oxígeno que permita aguantar unos meses más la asfixiante inmersión en la crisis.

El Plan ha sido elaborado a toda velocidad y como respuesta al constante aumento del paro en la Comunidad. Básicamente se traducirá en la aportación de liquidez a las empresas. ¿A qué empresas? No se sabe todavía. Y es ahí donde me temo que surja el segundo problema (el primero, por supuesto, es que haya dinero de verdad y voluntad política de utilizarlo). No es fácil que Aragón, incapaz hasta la fecha de fijar un horizonte estratégico medio claro, pueda definir de hoy para mañana, dónde y cómo utilizar los pocos recursos disponibles. Es más, si nos atenemos a la doctrina institucional de los tres últimos decenios, podríamos tener como objetivos prioritarios actividades tan dudosamente rentables como el esquí, las competiciones automovilísticas, la expansión de los cultivos transgénicos o la promoción desordenada (y a menudo torpe) de esa abstracción que denominamos Territorio. Cuando no se sabe qué se quiere ser, suelen pasar estas cosas. Y aquí nos han pasado una y otra vez. ¡Ah, si se hubieran usado con tino los millones invertidos (o más bien despilfarrados) en supuesto desarrollo rural, eventos e infraestructuras urbanos, reindustrialización de las Cuencas y otras maravillas alto, medio y bajoaragonesas!

Programar objetivos anclados en las posibilidades y los recursos reales, encaminados a un desarrollo sostenible y orientados hacia los mercados más interesantes obligaría a repensar Aragón de punta a cabo. Proteger y poner en valor el medio ambiente (que viene a ser lo mismo), fijar criterios para la implantación de industrias innovadoras que encajen en nuestra realidad, detectar fortalezas y debilidades... Ésa sería una misión fundamental de las instituciones. Porque sin llevar a cabo tan elemental deber no habrá Plan de Empleo que valga.