A los hoteles y restaurantes del Sobrarbe llegan, desde hace aproximadamente seis o siete años, clientes del resto de España que se quejan de lo mal comunicada que está la comarca y de los accesos tan sinuosos que es preciso recorrer en coche hasta llegar a Aínsa, a Broto o a Boltaña. Esos turistas descontentos, hastiados y mareados tras el viaje, tienen una cosa en común. Todos ellos se han desplazado al Sobrarbe siguiendo las indicaciones del GPS de su vehículo, que les muestra en una pantalla la ruta supuestamente más directa para acercarse a esa parte del Pirineo. Tras las experiencia, algunos juran que no volverán.

En los casos en que los visitantes procedían de Madrid y del País Vasco o, más generalmente, del sur y del oeste de España, el GPS les señalaba que la vía más adecuada para llegar rápidamente a destino era la A-1604, más conocida como la carretera de la Guarguera, pues corre paralela al río Guarga.

Sin embargo, el navegador omitía la ruta más cómoda y segura para quienes se acercan desde el oeste, que discurre más al norte, por el puerto de Cotefablo, y que tiene categoría de nacional, la N-260. Y también silencia por completo la variante del puerto del Pino, que desde Barbastro se adentra como una flecha en el Pirineo central y es la más idónea para quienes vienen del sur.

LARGO RODEO "La gente llega cansada después de las curvas y contracurvas de la carretera de la Guarguera", explica Enrique Puértolas, de la Asociación Empresarial y Turística del Sobrarbe. Pero lo peor no es el retorcido trazado de esa vía de más de 40 kilómetros, sino que atraviesa un territorio despoblado y solitario, el puerto de Serrablo, donde un percance se puede convertir en un problema, dado que carece de todo tipo de servicios.

La asociación turística se ha dirigido al Gobierno de Aragón para que se ponga en contacto con los proveedores de mapas. Sin embargo, las gestiones no han dado resultado hasta la fecha. "La DGA nos ha dicho que los trabajos cartográficos se hacen en Holanda y no hemos podido conseguir nada por ese lado, todo ha sido inútil", señala Puértolas.

"Es vergonzoso", se lamenta Ignacio Gabás, que regenta el hotel La Posada Real, en la plaza Mayor de Aínsa. "Los clientes de Madrid tardan una hora más en llegar aquí, a veces avanzada la noche, y están hechos polvo después de un largo rodeo por una zona en la que no vive nadie", resume.