"A veces estos animales son más agradecidos que las personas", sentenciaba ayer Francisca Martínez Catalán, una anciana que reside en la Casa de Amparo de Zaragoza después de juguetear "como cuando era joven en la casa de mis vecinos del pueblo" con uno de los perros traídos desde la perrera municipal hasta la residencia de la calle Predicadores.

Ella es solo un ejemplo de las decenas de personas mayores que se agolpan junto a las mesas en las que tienen la posibilidad de peinar, acariciar, besar y sentir todo el cariño de un animal al que la vida no siempre le ha tratado bien.

Ayer había tres ejemplares con una historia dura tras de sí que nada tiene que ver con los mimos que reciben en esta residencia: "Uno era un perro cazador que lo encontraron colgado, otra abanadonada en una fábrica clandestina y otra atada a la puerta del centro de Peñaflor cuando le quedaban pocas horas de vida", explicaba Manuela García Villamayor. Quien fuera concejala socialista en el Ayuntamiento de Zaragoza en la pasada legislatura es ahora la coordinadora de este programa de ayuda a la asistencia con perros adoptados, dirigido a las personas mayores y que intenta "aprovechar el carácter terapéutico" que tienen estos animales.

El propio alcalde, Juan Alberto Belloch, acudió al centro para conocer de cerca la experiencia de esta iniciativa que lleva un mes a prueba en la Casa de Amparo y que a partir de ahora se extenderá a otras residencias de la ciudad, a través de un convenio firmado con el Gobierno de Aragón, la Diputación Provincial de Zaragoza y la Obra Social de Caja Inmaculada, y todas las asociaciones protectoras de animales de la capital aragonesa. "Está comprobado que después del trato con los perros los mayores mejoran mucho en sus problemas". Pero también se hará con jóvenes en riesgo de exclusión.

Durante el primer año de este proyecto se beneficiarán del programa unos 190 ancianos y 150 menores, comentaba el alcalde, quien añadía que "no cuesta dinero", que en tiempos de crisis es de agradecer.

Pero no hay más que ver las caras de las personas mayores para darse cuenta de que algo bueno hacen por ellas estos animales. Hay perros tres días a la semana y aprovechan para mimarse mutuamente y compartir largos paseos por el patio, o darles de comer o solo estar, que también es importante. Es "la solidaridad llevada al máximo", señalaba Manuela García. Kina, una mujer que lleva doce años en la Casa de Amparo y que ayer reconocía que "estamos todas encantadas". Lo difícil es encontrar un hueco a solas con el animal.