--¿Le ha dado tiempo a digerir el impacto del descenso?

--Estoy en la línea en la que está el equipo y la ciudad: abatido. Pero hay que dar un paso al frente para tratar de abordar esta situación de la mejor manera a nivel profesional, intentando arropar el club y tratando de programar y estudiar la manera de planificar el futuro.

--¿Se siente culpable del descenso?

--A ver, aunque no fiche, ni juegue, ni alinee, soy el presidente de la institución y, como tal, me siento responsable. Por suerte o por desgracia, el tema deportivo es el prioritario. A pesar de que yo aquí abordo otras áreas del club, la deportiva es la principal y siempre ha sido así. Un club de fútbol puede funcionar muy bien a nivel interno o de márketing, pero si el tema deportivo no funciona, no vale para nada.

--¿No ha faltado algo de autocrítica en el club y el equipo durante la temporada?

--Yo he hecho un análisis y veo que nos ha confundido el arranque de la Liga. Estoy dándole vueltas y quizá ese arranque prometedor, aunque no fue una casualidad, nos dio demasiada tranquilidad. No íbamos tan desencaminados, pero al final se nos ha caído el equipo. Posiblemente no nos dimos cuenta por el primer tercio de Liga, pero, por mucho que lo analicemos, es lo que ha pasado y un castigo muy duro.

--¿Qué sintió el otro día cuando fue criticado en el palco?

--Es una situación que no había vivido nunca. Cuando me habían gritado como futbolista, lo habían hecho los rivales. Que tu gente se gire para gritarte es diferente, aunque hay que aceptar también que la afición estaba con ese sentimiento de dolor, de fracaso. Con tristeza y con pena, pero aceptas y comprendes que el zaragocismo hacia algún lado tenía que tirar. Primero tiran contra los jugadores y luego miran a los que están dirigiendo el club. Pasas un mal rato, pero bueno... Ya digo que lo acepto.

--¿Cuántas cosas ha aprendido?

--Muchas. He estado en cargos directivos muchísimos años, como director general, como consejero, como vicepresidente... pero una situación tan dura no la había vivido nunca.

--¿Se imaginaba un club en este estado cuando llegó?

--Más que el club es el equipo. No me imaginaba que el equipo iba a terminar descendiendo. Si lo hubiera pensado, por descontado que no voy a ir a mi tierra a bajar con el equipo. Ya tuve la desgracia de bajar en mi primera temporada como jugador y al año siguiente ascendimos. Pero no me imaginaba en ningún caso que íbamos a vivir estos momentos tan duros.

--¿Qué soluciones ve para la grave crisis del Zaragoza?

--Para empezar, la suerte que tiene el Zaragoza es que está en una ciudad como Zaragoza. Con el perfil de Zaragoza y su historia le corresponde estar en Primera División. Puede bajar accidentalmente, pero está claro que es de Primera.

--¿Qué le dice Agapito?

--Tenemos una reunión pendiente para mañana (por hoy) para valorar bien la situación.

--¿El punto de partida será reconocer los errores que se han cometido?

--Lógicamente. El zaragocismo tiene que estar enfadado, pero con la tranquilidad de que los que en este momento tienen que llevar la gestión directiva del club tienen la capacidad para poder llevar al Zaragoza a Primera el curso que viene.

--Lo que piensa una gran mayoría es que lo que ayudaría a mejorar sería la salida de Agapito.

--Sí, pero en el derecho español la propiedad es la propiedad. Él ya está haciendo todos los movimientos posibles para que se acuerde menos la gente de él. Este año en la primera vuelta estaba todo calmado. Pero él es la propiedad y es la propiedad.

--¿Qué le piden en la calle?

--A mí la gente, si no me tratase con respeto, por descontado que yo no estaría aquí, seguro. Seguro no, segurísimo. Si yo aquí no hubiera encontrado el calor y el cariño de la afición, no estaría. No necesito estar en un sitio en el que la gente no me quiere. En Barcelona estoy muy bien reconocido a todos los niveles y venir a una ciudad y no encontrarme con cariño... no podría estar.

--Hay una crispación social creciente en los últimos años que hay que ponerle remedio.

--Esa crispación es natural, porque es una pérdida de categoría de tu club y es entendible. En una ciudad y un equipo con tal bagaje y reconocimiento deportivo, la gente reacciona en proporción a su disgusto. La gente no tiene esa cultura de estar en Segunda. La realidad del Zaragoza es que tiene que estar en Primera División.

--Son muchos años malos, y eso agota a la gente.

--Yo no me imaginaba que la afición del Zaragoza pudiera estar tan crispada. Me ha sorprendido, la verdad.

--¿Qué va hacer? En un principio había dado a entender que acabaría la temporada y daría por cerrada su etapa en el Zaragoza.

--Mi compromiso era intentar dar estabilidad al club porque sabía que había unas guerras con la propiedad y era el Zaragoza, mi Zaragoza. Cambié mi modelo de vida para venir a Zaragoza un año. Lo que no quiero es desaparecer de mi club una vez que ha perdido la categoría. Quiero dar un mensaje y lo digo de verdad: yo no voy a desaparecer de Zaragoza. En principio, me creía que iba a venir solo un año, porque ya me costaba mucho abandonar Barcelona, pero dada la situación del club y del equipo, estoy al servicio del Zaragoza.

--¿Se entiende entonces que se va a quedar?

--No, no. No es seguro. Pero sin hablar con la propiedad, ya me sale mandar ese mensaje. Termino contrato, pero si se me necesita para cualquier cosa, voy a estar al servicio del club.

--Cuando se consuma un fracaso, la gente espera que haya dimisiones, que pasen cosas. Aquí no ha ocurrido nada de momento.

--Perfecto. Es una lectura muy natural. Qué duda cabe de que es muy lícito. Mucha gente pensará: ¿por qué no se van todos? Y es la verdad. Para mí lo más fácil es irme. Pero mi moral me hace ponerme al servicio del club por si acaso quieren, de lo que haga falta. Lógicamente, lo que no puedo hacer es irme corriendo de un club en el que he nacido, me he criado y donde ahora me han contratado para ser presidente. No voy a decir: "Ahí os dejo y me voy". Pero si a mí me ponen un puente para irme, me voy. El que tiene que decidir, al fin y al cabo, es la propiedad, y si me necesitan, toda esa programación que yo tenía, con el fracaso tan estrepitoso que hemos tenido y mucho dolor de mi corazón, creo que me toca como mínimo ponerme al servicio del club. No sé lo que pasará, pero no cojo las maletas, me voy y ya está. Eso me lo dicta mi sentido común, mi moral, mi cariño al Real Zaragoza, como lo quieras llamar.

--¿Qué va a pasar con Jiménez? Se dice que los resultados imperan en el fútbol y él ha acabado en último lugar.

--Él tiene contrato en vigor y primero hay que ver cómo se encuentra de fuerzas. Es un tema puramente técnico y la persona que informará y hablará con él será Cuartero.

--¿No se han arrepentido de haberlo destituido durante la temporada, sobre todo cuando acumuló tantas jornadas seguidas sin ganar?

--Viendo el resultado final, parece claro, pero las decisiones se toman en el momento procesal oportuno. El año pasado Manolo Jiménez fue un ídolo y tenía un crédito. Además, tal como transcurrió la Liga parecía que el equipo iba a salir. Habrá muchas cosas que no hemos hecho, la lectura es ésa.

--A la gente le preocupa mucho la imagen que transmite el club.

--La cúpula del Zaragoza tiene un desgaste tremendo en la ciudad, pero no se extrapola a otros lugares. Yo no sabía que había tanta intolerancia con la sociedad. Desde fuera, naturalmente, no se percibe esta animadversión que existe hacia la propiedad.

--Las cosas salen mal un año detrás de otro y habrá que dar un giro o buscar otro camino para trata de que las cosas vayan mejor.

--Lo que hay que hacer, sobre todo, es acertar en las contrataciones. Es lo que nos toca: acertar y dar una solidez deportiva al equipo. En el fútbol, al final, lo primero que tiene que funcionar es lo que está más cerca del balón.