Fermín Trujillo, peculiar personaje que interpretaba Fernando Tejero en la serie La que se avecina, tenía frases muy suyas y ajustadas para la ocasión. Por ejemplo, si sucedía algún acontecimiento de difícil explicación para su limitada cultura de espetero gigoló de la playa de Málaga, desempolvaba la siguiente: "Yo creo que también algo hay. Llámalo Dios, llámalo energía". Algo hay que ha empujado al Real Zaragoza a ese espacio donde la razón es mal recibida, un lugar reservado para lo intangible, que nada tiene que ver en este caso con el universo espiritual. O sí, porque que juegue la promoción de ascenso a Primera División tiene ciertos rasgos comunes con el milagro. O con la desgracia de la Ponferradina, tenaz y modesto perseguidor que le ha mantenido el pulso hasta el último segundo del último día.

Para hoy, seamos sinceros, la mayoría teníamos preparados en el armario dos chaquetas, una para acudir al mausoleo del fracaso y otra para festejar la clasificación para los playoffs. No por oportunismo, sino por el despiste que ha sembrado esta plantilla y su entrenador, que intercalaban partidos para la esperanza con otros para la depresión más absoluta. Tampoco la directiva ha colaborado estas semanas a poner orden en el caos general con ese interés por futbolistas de claro perfil segundón.

Nadie sabía lo que iba a ocurrir en Leganés después de toda una temporada para estudiar este fenómeno de comportamientos mutantes y extremos. Llámalo lesiones, llámalo expulsiones... Hubo un momento en el partido de Butarque en el que Diego Rico jugaba de lateral derecho, posición que ocupaba Insa, trasladado al interior zurdo, al otro extremo del campo, hasta que fue relevado por extenuación. De la defensa de cinco se pasó a la de cuatro con Vallejo de 2, y aparecieron en escena Lolo, Tato y Diego Suárez, que apenas han salido en los créditos del equipo durante este curso.

Ranko Popovic fue improvisando según se le iba el aire al equipo y el transistor contaba que la Ponferradina no vencía, lo que convertía cualquier resultado en magnífico. El técnico no ha demostrado gran cosa desde que relevara a Víctor Muñoz, pero ¿acaso Sacchi, Mourinho, Cruyff o Simeone podrían haberlo hecho mejor que el serbio con un grupo tan limitado en lo técnico y en lo físico, con esa enfermería carnívora? Seguramente no. Como máximo y como mínimo igual, porque recordemos que esa sexta plaza pertenece a los inescrutables designios de lo indescifrable.

Por este camino comarcal, el Real Zaragoza ha logrado un puesto en la parrilla de salida de los sueños. Entre baches dramáticos en lo económico y situaciones tragicómicas en lo deportivo, superando socavones de fútbol y falta de gasolina, el equipo también ha conseguido que la afición se encariñe con él. Tan frágil y desvalido pero a fin de cuentas pariente de la historia del club. Otro gallo hubiera cantado en el árbol genealógico en el caso de caerse de las seis primeras ramas. Llámalo Dios, llámalo energía. Algo hay. Y a esperar a la que se avecina contra el Girona.