-Pasa el tiempo y sigue atrayendo mucha expectación su presencia, ¿cuál es el secreto?

-A pesar de que no son cinco ni diez sino que son ya cincuenta y pico años dibujando, continúa, continúa. Eso es que ya han caído todos los demás, en el cómic no queda ya nadie. Un compañero que se llama Jan que es el de Superlópez y queda Mortadelo. ¿El secreto? Aparte de que lo haga yo (ríe),... el secreto es cuidar mucho los guiones. El dibujo puede estar mejor o peor, yo no soy ningún Velázquez ni mucho menos, pero yo los guiones los cuido mucho y procuro que la cosa esté al día. Es el único secreto que hay.

-¿Quién le dice si los guiones están bien?

-Nadie. En la editorial no hay nadie que me diga si está bien o mal. Nadie se atreve a eso (risas).

-Me refería más bien a si hay alguien de su entorno que le revisa su trabajo.

-Soy yo mismo el que me doy cuenta si una cosa va a quedar bien o no. Te advierto que a mí no me hacen gracia mis propias cosas cuando las estoy haciendo. Entonces odio lo que hago, a los personajes... A mí me gustan las cosas mías cuando ya se han publicado. Cuando yo cojo el álbum, y lo repaso meses después, digo 'este tío tiene gracia, llegará lejos' (Risas). Hombre, llevo muchos años en la profesión y ya sé lo que va a hacer gracia y lo que no.

-¿Es muy exigente consigo mismo?

-Sí, sí, sí... Hay muchas cosas que servirían para hacer otra historieta con otro personaje pero yo las quito porque con Mortadelo no vale. Mortadelo requiere un poco más, muchas cosas después de escribirlas veo que no valen, las tiro a la papelera y a hacer otra cosa. Soy exigentísimo.

-Si tuviera que crear ahora unos personajes, ¿volvería a crear a Mortadelo y Filemón?

-Depende del momento... Te advierto una cosa, crear un personaje y ponerle un nombre no tiene grandes dificultades. La cosa viene luego, en el momento de moverlo, ahí está la gracia. Que se llame Pepe, Juan o Antonio sí tiene una cierta gracia el hombre, da igual. Lo difícil es el día a día, los sketches... eso es lo que hará que el personaje cale entre el público o no.

-¿Es usted metódico a la hora de dibujar?

-A más no poder. ¿Cuántas horas trabajo? Todas. A última hora del día pongo la hora canaria para tener una hora más para trabajar y ni con eso tengo suficiente. Trabajo un promedio de 28 o 29 horas diarias y cuando digo eso no es coña.

-Si nos fijamos en la fila hay muchos adultos pero también muchos niños...

-Ha cambiado mucho porque inicialmente el público era eminentemente infantil. Con el paso del tiempo ha evolucionado y cada vez el público es más mayorcito hasta el punto de que vienen muchos adultos, y cuando digo adultos, digo gente de hasta 80 años que me dice que sin un álbum mío al año no puede pasar, lo cual es muy de agradecer.

-¿Los niños siguen leyendo tebeos?

-En este momento, tenemos la cosa digital de las pantallitas. Los críos acuden mucho a eso porque una cosa que siempre habían siempre odiado que son esos bichitos negros que se llaman letras, ahora la cosa digital ya también es audio por lo que la palabra ya se la dan masticada. Los críos con esta cosa digital casi fabrican su propia historieta. He visto verdaderas maravillas, con los botoncitos puedes mover tus propios personajes, por lo que entiendo que vayan por ahí. Afortunadamente, aún queda mucha gente que les gusta lo que hago y que dure, que si no estamos perdidos.

-¿Sigue utilizando la máquina de escribir?

-Y no utilizo la tablilla de sílex y la pastilla porque no se puede... Me compró mi hija un ordenador y en la vida lo he sabido utilizar. Ese aparato me quitó parte de mi salud, se permitía el ordenador de ir contra mí. Cuando yo ponía una onomatopeya, el ordenador me decía 'eso no se escribe así' y yo que 'sí, que lo digo yo'. Lo metí en un rincón y lo utilicé de urinario, a hacer puñetas. Y ahora en todo ese mundo digital es mi nietecito que tiene 8 o 9 años el que me dice 'yayo, esto no se hace así' y gracias a él entiendo algo.