Empiezo a sospechar que quienes nos gobiernan dominan el arte del cinismo; sinceramente, no pueden ser todos tan estúpidos. Los nuevos señores del PP, que han decidido tomar foco en todas sus propuestas (justicia, medioambiente, economía), destacan como un faro en la noche, en lo concerniente a Educación. Se quejan los tertulianos en RNE de que sea imposible esbozar un mínimo plan, que afronte de una vez este llamativo fracaso escolar español. ¿Nuestros chicos son más tontos que los daneses? ¿Los profesores locales son más necios que los noruegos? Yo creo que no, pero no deja de ser una opinión. Hay una reflexión muy lúcida en esta tertulia: a la familia española no le interesa nada la formación de sus hijos. Quizá en ese camino se encuentre el principio de la solución...

Mi colega Juan Carlos Garza entrevistó ayer con arrojo al director general de Cultura de la DGA, Humberto Vadillo. Cultura y Educación, ambas especies de un mismo guiso. Vadillo fue aquel personaje que accedió al cargo desde su más grosero desprecio a los artistas; también esbozó en su día su profunda duda sobre autonomías y otros despilfarros. Ahí podemos encontrarnos. Pero ahora, se la envaina. Y desde la torre de su soberbia no disculpa aquella metedura de pata hacia los creadores, bien llamados titiriteros. Es su problema, no el nuestro. Lo que me alarma es que desde esas premisas haya asumido un cargo para el que no hay un chavo. En cuatro meses ha aprendido el oficio: blablabla. Váyase y cierre puertas. Sea honesto. Ah, y tiren de una vez el Fleta.