-Llega un 1 de enero del 2012, con un Zaragoza hundido...

-Era un reto muy difícil, en el que había mucho que ganar y poco que perder, porque nadie daba un duro por nosotros. Me encontré un vestuario anímicamente muerto y, lo más importante, es que había pesos pesados de ese grupo que no tenían interés en continuar y otros jugadores estaban sufriendo.

-A los pocos días de llegar usted Salvador Arenere y tres consejeros dimiten. Eran los que le habían fichado. ¿Cómo se sintió?

-Me sorprendió mucho. Ellos se pusieron en contacto, me convencieron, estaba un 31 de diciembre en Ronda con la familia y tuve que decidir en cuestión de horas. El 1 de enero me esperaban a pie de AVE y a los pocos días me entero de que habían dimitido. Fue difícil, duro y me desestabilizó, pero tiramos para adelante, no quedaba otra.

-¿Qué papel jugó Agapito Iglesias en su llegada?

-Me llamó, hubo una primera toma de contacto con él y después negocié con los nuevos consejeros. Sé, además, que Agapito preguntó a dirigentes del Sevilla cómo era yo, si estaba capacitado para salvar al equipo. Tras ese contacto al principio se mantuvo al margen en el final de esa Liga. Y lo agradecimos mucho.

-El club era un caos, con la afición harta, pero el equipo poco a poco se fue levantando. ¿En dónde hubo que influir más?

-Gramo a gramo se levantó, porque estaba hundido. Y no era un tema físico, cuando un jugador está anímicamente bien rinde más que cualquier portento. El equipo saltaba al campo y jugaba asumiendo que iba a perder y eso, poco a poco, fuimos arreglándolo. No fue fácil. Al principio, te respondían más los veteranos, a los jóvenes les costaba más, había ese miedo escénico, les pesaba La Romareda, las agapitadas... Todo influía.

-Pasó a ser casi el portavoz del club, la referencia para la afición. Y era un recién llegado...

-Sí, así era. Y es lo injusto de todo esto, yo en Zaragoza había estado como jugador, llevaba muy poco tiempo de entrenador y me tenía que vestir como el único que podía transmitir que sí se podía, que había que intentarlo. Pero yo estaré eternamente agradecido a la afición del Zaragoza. Tras el primer año realmente supe lo que llevaban aguantado.

-El Sí, se puede fue el grito de guerra. ¿Lo recuerda?

-Después, lo ha explotado mucha gente, pero aquí fue especial. La fusión que hubo entre público, jugadores, cuerpo técnico y prensa fue perfecta para conseguir lo que logramos. No nombro al club, ni a consejeros. Fuimos paso a paso, creciendo, sumando puntos en una recta final difícil porque tuvimos que llegar hasta los 43 puntos de una salvación más cara que en los últimos años, logrando 31 en la segunda vuelta. Se logró por esa mezcla de los estamentos de la Zaragoza futbolera. Recuerdo pedir a la gente que arropara al equipo y la afición se fue enganchando, la agapitada fue bajando de intensidad porque afectaba a los músculos de los jugadores, no a Agapito Iglesias.

-Un episodio inolvidable fue en Málaga, el «siento vergüenza» que dijo. ¿Fue premeditado?

-No, no lo fue. Mis ayudantes me quisieron frenar antes. En ese vestuario había muy buenos profesionales, un grupo humano impresionante. Yo veía que crecían día a día, que iban a más, que la sonrisa se recuperaba, pero llegaban los partidos y había un momento en que nos rajábamos. Veía que la afición se ilusionaba algo, que contemplaba una luz y, que en el momento decisivo, el equipo se rajaba. Les avisé al grupo de que iba a hablar claro. Surtió efecto, fue un pistoletazo. Todos se dieron cuenta de que no había que andarse con tonterías, que era el hoy, sin un mañana, que había que darlo todo. Fue decisivo.

-¿La salvación en Getafe es uno de los días más felices de su carrera deportiva?

-En el Sevilla logré entrar en Champions, tener al equipo tercero, el primero de la otra Liga tras Madrid y Barça o alcanzar una final de Copa que se ganó, en el AEK ganamos la Copa, nos metimos en la Europa League... Pero lo que yo viví en el Zaragoza fueron cosas increíbles, vi entrar a los jugadores arrastrándose en el vestuario, los vi saltando al campo con contracturas y jugar. Fue increíble y supuso una felicidad inmensa esa salvación.

-¿Le molesta que se ponga la sombra de l a sospecha del amaño sobre ese partido de Getafe y sobre la recta final?

-No, porque ahí no hubo nada sucio. No lo hubiera permitido, no lo iba a permitir en mi vida. Que el Getafe no se jugaba nada, es cierto y, el Racing, tampoco, que llegó descendido. Pero la heroica de ganar a equipos que se jugaban mucho como Villarreal, Valencia, Atlético, Granada, Sporting... Esa heroica hay que apuntársela a los jugadores, a la afición y a la ciudad, que no se merece estar en Segunda.

-Llega la salvación y renueva. ¿Cree que Agapito no era partidario de que siguiera y se plegó a la presión popular?

-Me da realmente igual que lo hiciera por eso o no. Me quedé y renové por los jugadores y por la gente, no me arrepiento y dejo una deuda pendiente con el Zaragoza por ese descenso a Segunda, que no llegó por temas deportivos sino por cuestiones de club, porque no se pueden hacer las cosas peor.

-Todo cambia en su segunda temporada en el Zaragoza.

-Y ahí lo entendí todo, el enfado de la gente, las agapitadas, la decepción, el desánimo general... El equipo llevaba 22 puntos en Navidades, con muy poquito el Zaragoza podía haber estado mirando a la Europa League y no peleando por descender y acabar bajando. ¡Si nos pegamos 15 partidos sin ganar en la segundavuelta! ¡Es una barbaridad! Y todo era por el desánimo en la plantilla, por los problemas internos, por la nefasta gestión de los fichajes que se hizo en enero. Pero ya en verano sucedieron cosas, futbolistas que estaban hechos y que han triunfado después, como Javi Fuego, Arribas, Armenteros, Pedro Ríos, Sidnei, Casadesús... Y no vinieron.

-¿Todo eso se lo achaca a Agapito Iglesias?

-Yo no voy a hacer leña del árbol caído, no le deseo nada malo a nadie, solo digo que la afición tenía razón. Yo era el que no sabía dónde me metía. A mí me decepcionó Agapito en lo deportivo, porque era quien hacía los fichajes y no se ajustaba a los nombres que le dábamos para nada. Hubo mucha mala suerte en las lesiones, las de larga duración de Obradovic, Zuculini y Javi Álamo, y lo que vino en enero no ayudó, vinieron más a restar que a sumar. Unos protestaban, otros estaban siempre lesionados, otros no tenían en el nivel. Fue una bacalada lo que se hizo y lo peor es que me ponía a mí como escudo, como responsable, y no se trajo lo que pedí.

-¿Quién fue el responsable o responsables del descenso?

-En lo deportivo queda primero el entrenador y los jugadores, pero la afición está curtida y sabe bien lo que pasó.

-Hubo jugadores que tampoco dieron el nivel, algunos apuestas personales suyas como Romaric o Apoño. ¿Quién le decepcionó más en el vestuario?

-Romaric sí me decepcionó, porque era un jugador que había pedido yo expresamente y no aportó nada en esa temporada. No dio el nivel que tiene y que ahora está demostrando en el Bastia. Apoño es un jugador difícil de llevar, que yo lo sabía llevar bien y creo que le dio mucha calidad al Zaragoza. Me decepcionó más la forma de no aceptar su rol y de irse de Aranda, en el momento menos propicio, cuando el Zaragoza más le necesitaba por las molestias de Postiga en la espalda y además para reforzar a un rival directo.

-¿Por qué cree que no lo echaron tras 15 jornadas sin ganar?

-Lo que sé es que no ganábamos por los mismos males que cuando yo llegué. Tenía que haber cogido y haberme ido.

-¿Por qué no lo hizo?

-Por los jugadores, porque me lo pidieron. Me tenía que haber ido y de esa forma la afición hubiera respondido de forma drástica y el Zaragoza, no sé si se habría mantenido, pero al menos habría reaccionado. Si volviera en el tiempo atrás hubiese saltado en la rueda de prensa, para hablar claro y dar un golpe en la mesa como en Málaga, pegar una rajada como la que tuve que dar. Pensaba que con los 22 puntos de la primera vuelta nos iba a alcanzar a poco que hiciésemos, que nos íbamos a salvar, pero todo fue a peor. Y yo solo viví mentiras, una detrás de otra.

-Usted asegura que en la segunda temporada se dio cuenta de todo con Agapito. Muchos dicen que usted cambió también en ese segundo año. ¿Qué opina?

-Por partes. No hubo un Agapito en la primera temporada porque no le permití que influyera y en la segunda hubo un Agapito que prometió grandes fichajes y por eso firmé, pero no los cumplió. Yo en todos los equipos en que he estado he mantenido números para estar arriba, una regularidad. En el filial del Sevilla, en el primer equipo, en el AEK.... Yo me llevé 32 años en el Sevilla, que es un modelo de funcionamiento, que no es casualidad lo que ha logrado y lo que sigue consiguiendo, y antes de venir aquí solo había estado en el AEK. No tenía experiencia en otras formas de comportamiento. Yo pedí lo que tenía que pedir en enero, cara a cara y reuniéndome. Llegaron las derrotas, les dije que no había venido lo que dijimos y el equipo se fue cayendo. Pero Manolo Jiménez, bueno o malo, feo o guapo, siempre es el mismo. También en Zaragoza.

-¿Y entonces?

-Me dejé engañar como un pardillo, por no tener la experiencia y por no creer a los muchos que me advirtieron antes. Yo me fui a Catar porque necesitaba desconectar de lo vivido en el segundo año en Zaragoza, por el dolor de haber dejado desangrar a ese equipo en la segunda vuelta de la Liga. Fuimos todos partícipes de ello, pero sobre todo remarco los engaños, que no llevan a ningún lado. Y hubo muchas faltas a la verdad. Insisto y digo abiertamente que tengo una cuenta pendiente con el Zaragoza y la pagaré cuando ese equipo me necesite y, además, no va a ser cuestión de dinero.

-¿Con qué sensación se marcha en el verano del 2013?

-Con dolor y con decepción porque había un proyecto de tres años para acabar llevando al Zaragoza a Europa League. Y acabó, sin embargo, en Segunda.

-Usted llegó a ser propuesto como pregonero tras el primer año, pero después vino el descenso. ¿Con qué cree que se quedó de Manolo Jiménez el zaragocismo?

-Lo de proponerme como pregonero fue un orgullo y lo agradecí mucho. No sé con qué se quedaría de mí la afición después del descenso. Por desgracia en el fútbol siempre pesan más los resultados, pero espero que también recuerden el trabajo y la dedicación que tuve. Nadie puede poner en duda ese esfuerzo, esas horas incontables.

-¿Tiene la sensación de que tras la salida de Agapito y la llegada de la Fundación el Zaragoza es un club más serio y mejor?

-Ahora es un club más normal, primero porque Agapito se tenía que ir, no lo quería nadie en la ciudad, pero era el dueño y tenía ese poder. Ahora el Zaragoza seguro que se parece más al club que yo sufrí como rival que, aunque tenga muchos problemas económicos, tiene una idea clara y, con trabajo deportivo y en los despachos, tendrá que volver y volverá a ser lo que fue. Zaragoza es una ciudad con tradición importante en el fútbol español.

-Ha estado dos años en Catar. ¿Cómo ha vivido esa experiencia en el Al Rayyan?

-Necesitaba desconectar, irme a una Liga sin tanta presión, para trabajar en la faceta formativa con jugadores a los que puedes ayudar a crecer. Llegué allí a un equipo prácticamente descendido, pero que quería cambiar de cara a la siguiente temporada. Trabajamos fuerte, hay seis jugadores ahora en la selección olímpica de Catar, catarís puros, de padre y madre de allí, se ganó la Liga y se ascendió perdiendo un solo partido. En la Copa del Emir eliminamos a varios equipos importantes hasta semifinales y en la versión de la Europa League de los Emiratos Árabes llegamos a semifinales. He cumplido mi objetivo en el club y también el mío de reciclarme.

-Y ahora, ¿cuál es su deseo?

-Bueno, estoy solo unos días por España y tengo que volver ya a Catar. En julio quiero regresar, aunque no podría empezar a entrenar en la próxima Liga en España, tendría que esperar más o menos hasta diciembre, si sale la oportunidad. Mi idea es volver a dirigir en España.

-¿Ha seguido al Zaragoza?

-He visto muchos partidos de la pasada temporada y de esta porque me alegran sus victorias y me deprimen sus derrotas. Espero que esta promoción que ha logrado le sirva para subir. Es verdad que ha estado un poco irregular, pero les ha dado para meterse y ojalá consigan volver ya a Primera, regresar al lugar que merece ese club. De hecho me planteo acudir a La Romareda a ver alguno de esos partidos