No está el Zaragoza para grandes celebraciones, aunque se permita sonreír por un par de días. Si bien ha alcanzado su primer objetivo de la temporada, lo ha hecho de una forma tristemente justa, con otro mal partido, por momentos indigno, y sin cumplir su obligación, que era ganar. Su rival, en esta ocasión el Ponferradina, falló otra vez. Nada nuevo. El equipo ha tenido los hados de su parte, quién sabe si recompensando la desventura de los ocho años más negros de su historia. Nada desdeñable, bienvenida sea la fortuna. Hay que estar ahí, esperarla, aprovecharla. Quizá no se llame suerte, se llame falta de nivel. De los enemigos finales, se entiende. Más parece. Sea como fuere, al Zaragoza le han permitido acercarse a la orilla y se ve a dos brazadas de la isla del tesoro, pese a quedar a 11 puntos del quinto y a 21 del tercero, el Girona, su rival. ¿Tiene opciones de ascender? Claro, aunque no tengan que ver con el fútbol, el peor hasta ahora.

No se puede analizar de manera fiable el rendimiento del equipo y su entrenador, superados todos ayer por un Leganés que estaba de vacaciones y casi le marca tres goles desde la playa. No tendrá opciones así de superar las dos eliminatorias de los playoffs, por mucho que el Girona vaya a llegar al jueves alterado en cuerpo y alma, entre abatido y trastornado, por el modo y las formas en las que le arrebataron el ascenso directo. "Siento como si me hubieran robado algo que fuera mío", decía al final del encuentro el temible Sandaza mientras se rasgaba el pecho con la mano hasta cerrar el puño. Por ahí van los tiros.

No obstante, no hay forma de entender a este Zaragoza, ni con bajas. Es verdad que son muchas, pero tal desgracia no puede esconder en ningún modo que juega muy mal, de verdad, casi siempre. Ayer jugó alargado, no presionó en el centro del campo y defendió de forma horrible. Si Basha no vuelve a tiempo, debería plantearse Popovic si adelantar unos metros a Vallejo para ganar, al menos, agresividad en la medular. Necesita energía, sin duda. Ahí la tiene.

Ofrece una impresión triste el equipo, que a unos aleja por desapasionamiento, a otros frustra y a los más exaspera. Que no busquen fantasmas ni se pongan a repartir leña a los suyos porque no hay más. Es hora de conciliar y ayudar. Si no es así, tendrá difícil llenar su estadio como en las grandes noches. Ya se ha visto en las últimas tardes en casa, con necesidades variopintas. Mejor empezar a estirar desde dentro, exigir menos y dar un poco más. Ya, hoy.

Con el fútbol no le alcanza, sin duda, aunque se sabe que es capaz de hacer más cosas, como bien mostró hace solo un par de semanas en Pucela. Dirán que el Valladolid está más para funerales que para cohetes. Se acepta, pero hay que ganar allí y hacerlo de la manera contundente que lo hizo el equipo aragonés con un gran Willian José. Ayer, por cierto, volvió a hacer lo mejor. Marcó un gol y regaló otro de bello taconazo. El caso es que el brasileño no transmite, por esos andares, por esos gestos de niño atolondrado, casi pasota. Eso, claro, difumina su verdad ante los suyos, que no lo acaban de ver. Le pasa, más o menos, como al equipo, que no convence ni aunque vaya cumpliendo objetivos. Ayer tenía que ganar, no ganó. De hecho, estuvo cerca de perder. Le hizo la faena el Alcorcón. ¿Serán cosas del destino? Para saberlo, primero tendrán que hacer explotar el volcán de La Romareda. Si quieren, si saben...