Opinión | SALA DE MÁQUINAS
Milei
El Gobierno español y el presidente Pedro Sánchez tienen un nuevo enemigo: Javier Milei. El presidente argentino ha reaccionado con virulencia a las críticas del ministro español Óscar Puente, quien le acusó, más o menos, de empolvarse la nariz.
Las viscerales réplicas de Milei se han centrado en el socialismo español. Las políticas de Sánchez, en opinión del mandatario argentino, solo nos traerán «pobreza y muerte». Pondrán en peligro la unidad de nuestro Reino (es de destacar que a menudo a España se la llama «Reino» desde fuera; desde dentro, casi nunca) al «pactar con los separatistas». Asimismo, Sánchez estaría poniendo en peligro la seguridad de las mujeres, al permitir la inmigración ilegal, y atentando contra la economía de las clases medias...
Pero, ¿quién es Javier Milei?
Él mismo nos lo cuenta en El camino del libertario (Deusto) una especie de biografía escrita de su pluma. (También esto lo diferencia de Pedro Sánchez, que no ha escrito sus libros).
En el suyo, Milei relata que procede de una familia argentina de clase media. Su infancia y adolescencia estuvieron marcadas por dos pasiones; el fútbol y la música. Como fan de su selección se identifica con el once que ganó el campeonato mundial del 78. Particularmente, dos jugadores perduran en su memoria: Mario Alberto El matador Kempes y Ubaldo Matildo El Pato Fillol, arquero albiceleste a quien intentó emular jugando él mismo bajo palos. Como músico, Milei formó una banda de rock inspirada en los Rolling Stones. Leía muchos libros, hasta que se decidió a escribir un primer paper sobre asuntos económicos de su especialidad. Amante de los animales, adoptaría a Conan, perro con el que mantiene una relación de humano afecto. Estudió y se fue preparando para dar el salto a la política… hasta hoy.
En El camino del libertario, Milei argumenta las fórmulas y recetas económicas que ahora mismo está poniendo en práctica en una Argentina bajo su polémico mandato. Feroz enemigo del Estado del Bienestar, aboga por su progresiva supresión, sustituyendo las prestaciones públicas por servicios privados de pago y despidiendo al mayor número posible de funcionarios.
Para unos, es un «anarquista liberal». Para otros, un loco.
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