A Jorge Mas las personas de su entorno más cercano lo definen como un soñador. En su primer viaje a la ciudad, el nuevo presidente del Real Zaragoza estuvo acompañado por su mujer y por su hija y escoltado por un séquito que completaron principalmente Raúl Sanllehí, director general de la Sociedad Anónima, el colombiano Gustavo Serpa, desde ya consejero y Juan Forcén, figura clave para entender completamente este proceso.

En unas horas intensas pusieron pie en tierra en el Pignatelli, donde fueron recibidos por Javier Lambán y Felipe Faci y en el ayuntamiento, donde les esperaban Jorge Azcón y Sara Fernández. Luego visitaron la Basílica del Pilar. Allí la Virgen lució el manto del Real Zaragoza. Posteriormente procedieron a la firma documental del traspaso de la mayoría accionarial en una céntrica notaría (por el momento se han desprendido de sus acciones la familia Alierta y Carlos Iribarren) y se presentaron a la plantilla y trabajadores de la Ciudad Deportiva. Ya por la tarde, pisaron el templo.

En La Romareda, Mas dibujó las primeras líneas maestras de su proyecto. Con el ascenso a Primera como objetivo prioritario, el presidente habló de ambición, aseguró la seriedad en la gestión y la apuesta decidida por la cantera y el talento propio, confirmó que habrá importantes inversiones, se refirió al respeto a la historia del club y a la idiosincrasia de la comunidad, a levantar un estadio moderno en cuya construcción participará la SAD para ofrecer experiencias mejores al socio y apuntó que para su grupo de equipos, entre los que habrá sinergias, la prioridad es el ascenso del Real Zaragoza, al que definió como una joya. Mas habló incluso de soñar con la Liga Europa y la Champions.

El empresario estadounidense de origen cubano se va a rodear en el Consejo de Administración de una serie de personas cuyos perfiles retratan perfectamente cómo hay que entender este deporte en 2022. En Zaragoza fue recibido con todos los honores, como un nuevo mesías. La potencia económica del grupo que lidera es enorme. El fútbol tiene esta imponente capacidad de regeneración de las ilusiones. A las ilusiones, luego, hay que responder con pasos firmes, desembolsos económicos, una buena praxis, un comportamiento adecuado, aciertos deportivos, conquistas sociales y realidades. Mas, un soñador, es ahora mismo el depositario de miles de sueños. Eso es una suerte inmensa, toda una bendición y, también, una extraordinaria responsabilidad.