La 38ª jornada de Segunda

El Zaragoza no da pie con Bolo. La crónica del Real Zaragoza-Burgos (1-3)

El equipo aragonés desperdicia la oportunidad de sellar la salvación y se empeña en seguir sufriendo tras caer con justicia ante el segundo peor visitante

El técnico del Burgos gana la partida al peor Víctor desde que llegó

Liso se lamenta tras uno de los tres tantos del Burgos.

Liso se lamenta tras uno de los tres tantos del Burgos. / JAIME GALINDO

Jorge Oto

Jorge Oto

Decididamente, el Real Zaragoza sufrirá hasta el final. Y lo hará por deméritos propios. No puede ser de otro modo cuando el Burgos de Bolo te da un repaso de tomo y lomo hasta el punto de marcar tres goles para escozor de una Romareda que se las prometía felices a la entrada y que acabó jurando en arameo y maldiciendo su suerte. Se trataba, simplemente, de ganar para dejar de hacer cuentas y, por fin, respirar aliviado tras la enésima temporada asquerosa de un club que necesita con urgencia que alguien pase la escoba para quitar la porquería acumulada durante años. Se trataba, simplemente, de dar continuidad a la línea trazada en El Alcoraz y Butarque, donde el Zaragoza fue un equipo solvente, capaz y seguro de sí mismo. Se trataba, simplemente, de recompensar el incondicional respaldo de una afición cansada de estar muy por encima de todo y de todos. Se trataba, simplemente, de ganar en casa al segundo peor visitante de Segunda División. Pero el Zaragoza, empeñado en sufrir y hacer sufrir a los suyos, se sacó de la manga una bazofia para quedarse a cinco puntos del descenso con doce por jugarse. 

Víctor, artífice de que el Zaragoza mantenga las constantes vitales a estas alturas, y los suyos eligieron el peor momento para ofrecer la peor versión de ambos desde que el técnico tomó las riendas. La cosa empezó rara con la decisión del aragonés de mantener los tres centrales. En casa y ante uno de los peores foráneos de la categoría. La chocante medida, tan criticada a Velázquez, venía avalada por el buen funcionamiento en los dos duelos anteriores, pero no parecía la más adecuada en casa y ante uno de los rivales menos poderosos cuando salen de viaje.

No empezó mal el partido, con un disparo fuera de Valera, casi siempre preso de sus serias dificultades para decidir en el último pase, tras robo de Moya en la presión alta. Gámez, muy activo, decidía mucho mejor en su carril que Valera en el suyo y el Burgos, en un 4-4-2 de toda la vida, sangraba por un costado desde el que el valenciano encontró a Mesa para que el canario disparara desviado.

El Zaragoza , en el que solo Liso ponía las piernas y la amenaza, recibió el primer susto mediado el primer periodo, cuando Bermejo no llegó por poco a una falta lateral botada por Curro, ese deseo imposible. Mesa, poco después, cabeceó fuera otro servicio de Gámez poco antes de que Joni, con un golazo para enmarcar, diera el primer disgusto a La Romareda. Nada pudo hacer Cristian, cuyo retorno supuso otra sorpresa de difícil digestión, sobre todo porque Badía no había dado motivos para salir del equipo. 

Por sexta ocasión en los ocho partidos dirigidos por Víctor, el rival se adelantaba en el marcador. Pero la capacidad de reacción exhibida por el equipo en anteriores ocasiones invitaban a seguir creyendo. Y el Zaragoza se sacudió el polvo, se levantó y volvió a la pelea. Liso y Moya rozaron el empate tras sendas jugadas desde la derecha de Gámez. Desde esa misma zona partió otro intento que derivó en la bota izquierda de Liso, cuyo delicioso disparo se estrelló en la cruceta. En el rechace, Moya probó desde lejos, pero su errático disparo tropezó en Grau para despistar a Caro y devolver las tablas y algo de justicia al marcador ya en la prolongación del primer periodo.

El descanso, en el que Jair sustituyó al lesionado Lluís López, se antojaba la preparación del asalto pero fue el preludio del sofocón. En la primera jugada de la reanudación, Fer Niño ganaba la espalda a Jair para entregar el balón a Curro, cuyo disparo tocó en Mouriño para burlar a Cristian en un calco del gol local que parecía una burla del destino. El bofetón dejó al Zaragoza tocado y espoleó a un Burgos que pasó a taponar mejor el costado de Gámez y consciente de las serias dificultades del Zaragoza para atacar en estático.

Después de que Appiah pudiera sentenciar en una contra, Liso tuvo en su zurda la oportunidad de empatar, pero su tiro, como el posterior de Valera, se marcharon desviados. El mismo destino tuvo el de Grau, que buscaba la escuadra derecha de Caro, que respondió de maravilla a un disparo con veneno de Mesa tras dejada de Azón.

El delantero, poco después, despejaba en lugar de rematar un servicio de Moya. Pero el Zaragoza, atascado y vulgar, necesitaba una marcha más que nunca llegó desde el banquillo. En una decisión tan sorprendente como impropia, Víctor no tocó ni jugadores ni dibujo hasta el minuto 88, cuando Álex ya había sentenciado la contienda. Él, como su Zaragoza, no dieron pie con Bolo.