ESPECIAL 23A

Romper el silencio con el rugido del dragón

Aragón siempre ha contado con grandes contadores de historias que han sabido transmitir su identidad a través del tiempo. En estas líneas, siete de las voces más destacadas de la cultura aragonesa cuentan el porqué

La montisonense Luz Gabás ha ganado el Premio Planeta 2022 con 'Lejos de Luisiana'.

La montisonense Luz Gabás ha ganado el Premio Planeta 2022 con 'Lejos de Luisiana'. / Ferran Nadeu

Alberto Arilla

Alberto Arilla

Todos los aragoneses nos hemos criado, desde niños, con la leyenda de 'San Jorge y el dragón'. De alguna forma, prácticamente la totalidad de los colegios de la comunidad habrán llenado sus clases, durante toda la semana, con algún tipo de actividad relacionada: cuentos, dibujos, pequeñas representaciones teatrales. Pero, ¿cómo es posible que una generación de niños nacidos en el siglo XXI siga nutriéndose de los mitos y tradiciones de hace un milenio? La respuesta, en cualquier parte e historia del mundo, tiene que ver con una figura de la que Aragón siempre ha estado bien servida: los contadores de historias. Cualquier colectividad necesita nutrirse de unas raíces comunes, mitológicas o reales, que le doten de un sentido, de algo con lo que sentirse identificados. La leyenda de San Jorge bien podría ser uno de los relatos fundacionales del imaginario aragonés, como lo es la 'Chanson de Roland' en Francia o la rebelión de William Wallace en la tradición escocesa. Sin embargo, para que historias tan lejanas dancen por los siglos, se necesitan juglares que las canten por las plazas.

En ese sentido, los últimos años han sido especialmente prolíficos para los narradores aragoneses. Luz Gabás nos ha demostrado a todos que se puede contar una historia 'Lejos de Luisiana', pero cerca de Aragón. "Nuestra visión del mundo está tamizada por el entorno en el que hemos crecido", asegura la escritora montisonense, ganadora del Premio Planeta 2022, para quien los últimos tiempos son la demostración palpable de que "tenemos una voz que queremos que sea escuchada". Otro ganador del Planeta, y actual Premio de las Letras Aragonesas, el turolense Javier Sierra, cree que "el silencio" al que ha estado sometida la región a lo largo de la historia es uno de los principales motivos por los que el pueblo aragonés es tan rico cultural y artísticamente: "Lo veo desde un punto de vista positivo. El silencio te hace ser más introspectivo, y sus frutos son mucho más sólidos y potentes. La psicología aragonesa es muy profunda, y de ahí surge ese deseo de crear". Un deseo de crear que, plasmado en los libros, puede viajar sin límites de espacio y tiempo.

'El infinito en un junco', de la zaragozana Irene Vallejo, ha emigrado a más de 30 idiomas, desde el aragonés hasta el chino o el lituano. Culturas tan distintas que, a través de las letras, van a nutrirse de los paisajes dibujados por una aragonesa. "De alguna forma, los libros, el cine o la música son embajadores de los territorios, los sitúan en el atlas de la creación", señala la ensayista, quien argumenta que la generación actual de creadores aragoneses está, por lo general, "muy reconciliada con nuestra tierra natal". Algo que, en cambio, no siempre fue así. "En Aragón ha habido grandes artistas, pero no tanto corrientes o generaciones. Por primera vez, podemos quedarnos y desarrollar una carrera nacional e internacional", añade. Ser, en definitiva, nosotros mismos.

Una figura común, la del 'Nosotros', que en un sentido literario ha ensalzado Manuel Vilas, ganador del Premio Nadal y ferviente defensor del aragonés culto. "No solo somos gente noble y baturra, somos gente sofisticada, inteligente, y de cultura. Debemos ensanchar la idea del aragonés", subraya. Una forma de ver y de que nos vean. "A veces ha pesado demasiado la idea de que éramos poca gente y de que no teníamos nada que decir, cuando somos una comunidad con mucho potencial y mucha tradición", razona el escritor barbastrense. Una tradición que va desde Goya hasta Saura, pasando por Buñuel, a los que, en más de una ocasión, "no hemos sabido retener como aragoneses, y se han ido más al plano nacional".

Juglares en palacio

En el actual paradigma, los textos han dejado de ser la única herramienta para la transmisión de las raíces. La evolución arrolladora que ha supuesto el cine ha estado aderezada, desde su germen, por trocitos del imaginario aragonés. Llevándolo al terreno del siglo actual, no habría mejor noticia que la de un Segundo de Chomón innovando desde su Teruel natal, y no desde París. Y, para ello, se necesitan estructuras. De lo contrario, ¿quién va a encargarse de transmitirle al mundo quién fue José Antonio Labordeta? Su hija, Paula, ha codirigido junto a Gaizka Urresti un documental recordando su figura, imponiéndose en los premios a otros con mucho mayor presupuesto. Y lo ha hecho, además, con una producción 100% aragonesa.

Gaizka Urresti y Paula Labordeta, con el Premio Goya por 'Labordeta, un hombre sin más'.

Gaizka Urresti y Paula Labordeta, con el Premio Goya por 'Labordeta, un hombre sin más'. / Agencias

"Creo que el problema no lo tenemos fuera sino dentro. Somos Buñuel, esa película que aquí era 'flojica' pero luego ganaba en París. No nos damos cuenta de la grandeza cultural que tenemos", lamenta una Paula Labordeta que, con todo, vislumbra un futuro esperanzador: "Viendo todo lo que se hace en cine, música, danza, literatura… Es para ser muy optimista. Cuando llegan estos momentos tan dulces hay que aprovecharlos y acompañarlos". Su compañero en este viaje, Gaizka Urresti, es vasco de nacimiento, pero aragonés de adopción. Como productor y director, define Aragón como una tierra "rica en cineastas" que ha sido "incapaz de generar unas estructuras económicas y de apoyo que les permitan desarrollarse aquí". Una situación que, en cualquier caso, ha ido cambiando en la última década. "Si en pocos años, con un apoyo decidido, aunque mejorable, hemos conseguido todo esto, si nos equiparamos a otras comunidades seguramente las superaremos", sentencia.

"Somos Buñuel y esa película que aquí era 'flojica', pero ganaba en París"

Un cambio que no solo se ha visto reflejado en los números, sino también en la formación. Cineastas como Paula Ortiz o Pilar Palomero, en la terna de los Goya siempre que producen un nuevo trabajo, que han podido educarse audiovisualmente en su tierra, pese a que no puedan desarrollarse al 100% desde Aragón. "Crecer en el ADN del desierto te otorga una resistencia muy importante a la hora de sobrevivir a cualquier proceso artístico", asevera Ortiz, que concluye: "Somos lo que contamos. Creo que seguir trabajando por una ficción que construya y reconstruya nuestra propia identidad es importante. Saber quién somos y quién queremos ser".

En definitiva, en Aragón coexisten voces muy diversas que, en sus distintos formatos, son los responsables de las historias y del legado que las próximas generaciones conocerán en el futuro. Pero, si los juglares no son invitados a palacio, no habrá dragones ni San Jorges que contar