La residencia de Mallén resurge de sus cenizas
El fallecimiento de 28 ancianos de la residencia el año pasado deriva en un nuevo sistema de cuidados
Hace ahora un año, durante las primeras semanas del primer estado de alarma, la residencia de mayores San Sebastián de Mallén sufrió un durísimo enviste del covid que se llevó a 28 ancianos de los que vivían en este centro. Hoy, sin olvidar todo lo que pasó, quieren mirar al frente y asegurarse de que los que han quedado vivan lo mejor posible.
Este es el objetivo del proyecto que ha impulsado la nueva dirección del centro para implantar un nuevo modelo de cuidados para mejorar la calidad de vida de los usuarios, 52 en estos momentos. y sus familias en la residencia. Lo explica la nueva responsable de la residencia, Sofía Coscolluela, quien cuenta que hace un año vivieron lo ocurrido «de una forma muy trágica», después de lo cual, en julio del año pasado el Ayuntamiento de Mallén decidió realizar un cambio en la forma de gestión y apostó por un nuevo equipo de dirección.
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Un año después del brote, desde esta residencia han querido dar a conocer este nuevo modelo, que incluye un plan formativo para el personal, impulsado por la gerontóloga, consultora y formadora, Lourdes Bermejo, y que esta semana ha contado con una jornada para toda la plantilla de trabajadoras.
El objetivo es potenciar la atención centrada en la persona, un sistema que comenzó a implantarse en los países nórdicos hace varias décadas y que «es de referencia para aquellos que quieren evolucionar en la prestación del servicio», precisa la directora.
Asimismo, Coscolluela esgrime que las personas mayores «en situación de fragilidad o dependencia son especialmente vulnerables y por tanto debemos exigir un trato que potencie su voluntad, gustos y preferencias».
La nueva directora es graduada en Terapia Ocupacional, Gerontóloga y tiene experiencia en la implantación de este modelo, un cambio estratégico en el que se pretende que la ausencia de autonomía «no implique una pérdida de libertad y derechos» y promover, desde una visión de las personas «únicas y valiosas», una mejor praxis profesional que implica ser empático, empoderar, respetar la dignidad, saber promover su autonomía e independencia, acompañar y reconocer la importancia del usuario y su entorno.
Según sostiene, el incremento en la prevalencia de personas con demencia ha impulsado la necesidad de desarrollar modelos «excelentes» de atención para conseguir la mejor calidad de vida de quienes presentan esta enfermedad. «Nos obliga a reflexionar y analizar cómo cuidamos y si se consigue mejorar la calidad de vida de las personas y su bienestar», dice.
Así, un año después de la tragedia, el objetivo no es solo que no vuelva a pasar, sino que los mayores de estar residencia vivan todavía mejor.
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