La primera puerta de la gestión en la pandemia, los ayuntamientos, viven con sensaciones agridulces las primeras semanas sin estado de alarma y el horizonte de un verano con la pandemia bajo control gracias al buen ritmo de la vacunación. Para algunas localidades aragonesas, el fin del estado de alarma coincidió con el final de su confinamiento perimetral. Para otras, el pasado 9 de mayo comenzaba su cierre, cuando una parte de la sociedad ya piensa que el coronavirus es cosa del pasado. Ejea de los Caballeros, Calatayud, Alcañiz, Fraga, Jaca o Tarazona son algunos de los municipios que han vivido varios confinamientos perimetrales en Aragón además del cierre domiciliario de los meses de marzo y abril de 2020. Sus regidores coinciden en que los confinamientos han mermado no solo la economía sino la situación emocional de sus vecinos.

"La ciudad vive su momento de mayor desánimo de toda la pandemia. Hemos vivido otros momentos donde la crispación era el sentimiento predominante, pero ahora casi vemos una depresión social y una angustia económica difícilmente comparable". Con estas duras palabras resume el alcalde de Jaca, el socialista Juan Manuel Ramón, la situación social de la ciudad, que lleva varias semanas confinada y además con una situación sanitaria "muy crítica".

El virus, asegura Ramón, ha atacado con "especial virulencia" en esta última ola en Jaca. "Tenemos muchos casos, hospitalizaciones y ucis, y desde el principio desde el centro de salud hablaban de transmisión comunitaria porque no se podían relacionar los casos. La sociedad está al límite, económica y sanitariamente", asegura.

La ciudad ha pagado el pato del cierre de las estaciones de esquí y el frenazo turístico. "El invierno es tan básico para nuestra economía que ha llevado al límite a los comerciantes y a las familias", explica. De hecho, hay "un alto porcentaje" de negocios que se mantienen abiertos, para los que el buen funcionamiento o no del verano, determinará su supervivencia.

El plan Remonta emplea solo en Jaca a un centenar de trabajadores, que han supuesto para el consistorio un desembolso de unos 200.000 euros. A ello se suman 100.000 euros de ayudas sociales que destina la comarca, y 500.000 euros para subvenciones directas a autónomos, pymes y empresas. "El ayuntamiento ha ahorrado al no celebrarse eventos sociales y culturales, como el Primer Viernes de Mayo, pero el ahorro no compensa el gasto extra en limpieza y en calefacción de los edificios públicos", resume.

En la retina de los regidores está el pasado verano y otoño, donde casi la pandemia dio una tregua y la mayoría de comercios, hostelería y empresas pudieron trabajar con una cierta normalidad. "El verano y el otoño para nosotros fue muy bueno, pudimos incluso celebrar varios grandes premios en el circuito de Motorland, y había movimiento", recuerda el alcalde de Alcañiz, el socialista Ignacio Urquizu. Ahora, con el avance de la inmunización de la población, reconoce que "hay más alegría y consumo, pero aún estamos lejos de recuperar la vida normal".

En otras localidades, como Tarazona, preparan para el verano una tímida programación cultural. "Estamos empezando a programar actividades culturales, en paralelo al avance de la vacunación, y si sigue así en dos meses creo que podremos recuperar algunas cosas", manifiesta el alcalde, el popular Luis José Arrechea, que indica que ultiman también un triatlón. "La gente también necesita salir a la calle y dejar el covid en un segundo plano después de tantas dificultades", asegura.

Mientras, en el equilibrio inestable al que obliga el coronavirus, las llamadas a la responsabilidad no cesan. "Seguimos teniendo botellones, no cesan, y no damos a basto con todo", lamenta la alcaldesa de Ejea, Teresa Ladrero, que tendrá a su ciudad confinada hasta el 9 de junio si las cosas no mejoran. Mascarilla, responsabilidad social y vacunación. La receta frente al coronavirus requiere una suma de fuerzas.