EL PERIÓDICO charla con varias familias aragonesas de acogida y todas coinciden en que la experiencia es «gratificante» y «merece la pena». Señalan que «detrás de cada niño o niña, hay una historia». Y ninguna es fácil. Lourdes, Ana Isabel, Pilar, Miguel Ángel o Jesús son algunos de los rostros solidarios de Aragón.

MIGUEL ÁNGEL ALBÁS Y MYKOLA KULIAS

Mykola Kulias nació en Kiev, ahora tiene 18 años y reside en Huesca. Allí le acogió la familia de Miguel Ángel Albas cuando tan solo tenía 9 años y, desde entonces, siempre ha estado unido a ellos. Una vez cumplida la edad para estar en el programa de acogida, Mykola decidió trasladarse a España. «Lo tenía claro.

Albás acogió a Mykola cuando tenía 6 años y ahora también trae desde Kiev a su hermano JAIME GALINDO

"Cuando llegué me saqué los cuatros cursos de la ESO en dos años, el carné de conducir, hice un grado medio de Agricultura Agropecuaria y ahora estoy haciendo un grado superior de Paisajismo y Medio rural», explica en un perfecto español. «El primer año que vine de acogida no entendía nada, nos hablábamos por gestos y llamábamos a la traductora a veces», cuenta.

A su lado está Miguel Ángel Albás, al que llama papá y el que le dio la oportunidad, junto a su familia, de tener un futuro. «Nos implicamos desde el principio y estamos encantados con Mykola. Tiene ganas y las cosas claras. Nos gustó tanto la experiencia que ahora acogemos a su hermano», señala este oscense.

"La guerra puede estallar en cualquier momento y la gente tiene la documentación preparada por si tiene que huir del país", dice Mykola Kulias, un ucraniano que participó en el programa de acogida y ahora vive en Huesca.

El joven ucraniano está «muy preocupado» por la situación de su país, donde está su familia. «El conflicto sigue y el problema es que se alarga en el tiempo. La guerra puede estallar en cualquier momento y la gente tiene la documentación preparada por si tiene que huir del país. La situación está derivando en una subida de precios y en problemas», cuenta.

Ahora mismo, si Mykola viajara a Ucrania podrían meterlo a listas para ir al frente. «Podrían porque ya soy mayor de edad. Tengo un amigo al que le han llamado», asegura el joven, que no tiene intención de salir de España. De momento, y aunque sin perder de vista lo que sucede en su país, Mykola quiere «empezar a trabajar».

«Haberle ayudado a tener esa expectativa de futuro gracias a unos estudios es una satisfacción", dice Miguel Ángel Albás.

La agricultura y el campo, dado sus estudios, parece que le llaman la atención y en la familia Albás hay tradición, pero Mykola esconde una sorpresa: quiere ser entrenador de breakdance. «Lo llevo practicando desde los 9 años y me encantaría tener un grupo de chicos y chicas a los que enseñar. En Huesca y en Zaragoza he empezado a conocer a gente y estamos en contacto», explica con entusiasmo.

 El caso de la acogida que hace Miguel Ángel Albas y su familia es el claro ejemplo de cómo un menor ucraniano, que vive en situación vulnerable, puede prosperar y enfocar un futuro aquí en España. Es la meta a la que todas las familias les gustaría llegar.

«Haberle ayudado a tener esa expectativa de futuro gracias a unos estudios es una satisfacción. Estamos muy contentos con él, la acogida en general siempre fue buena y en cuanto quiso venir, nuestras puertas estaban abiertas», explica Albás.

ANA ISABEL CARDONA Y JESÚS SANZ

Fueron unos vecinos de Jaca quienes les hablaron, hace unos años, del programa de acogida de menores ucranianos. Desde entonces, «siempre lo hemos tenido en mente», cuentan Ana Isabel Cardona y Jesús Sanz, un matrimonio con dos hijos que son primerizos en la acogida desde la pasada Navidad.

Ana Isabel Cardona y Jesús Sanz son ‘primerizos’ en la acogida de menores ucranianos. JAIME GALINDO

«Estamos encantados con la experiencia y con ganas de seguir», dicen. Kaila, de 9 años, es quien ha llenado ahora un poco más su vida. «Ha estado aquí en Navidad y la separación fue muy dura. Al principio nos costaba un poco entendernos, pero con el traductor del móvil nos hemos apañado», explican.

La convivencia en esta familia ha sido «genial» y tras su primera experiencia lo tienen algo claro: «Recibes mucho más de lo que das», señalan. «Enseguida nos llamó papá y mamá y el trato que le hemos dado es el mismo que a mis hijos», explican Cardona y Sanz. «Nos gustaría ayudarle en el futuro, que pueda venir a estudiar a España y busque aquí una salida. La situación es muy diferente a Ucrania».

«Estamos encantados con la experiencia y con ganas de seguir», dice este matrimonio.

Ahora, mantienen el contacto vía móvil y aunque no hablan con Kaila sobre el conflicto en Ucrania, la pareja no dudaría en acogerla en Zaragoza si las cosas se complican. «Si fuera viable, estaríamos a iniciar los trámites que sean necesarios si la situación se complica. Ella estaría encantada porque nos dice ‘Quiero España’ muchas veces», cuenta. 

PILAR PARRAQUÉ Y LOURDES POMARES

La experiencia de Pilar Parraqué y Lourdes Pomares en la acogida de menores ucranianos se inició con algunas diferencias, pero después todo son similitudes desde el punto de vista emocional.

Pilar ya tenía un hijo, pero quería adoptar y en 2012 viajó hasta Ucrania, pero se topó «con muchos problemas» para ello. «Fue entonces cuando pensé en la acogida», cuenta. Tania, que ahora tiene 18 años, viajó hasta Zaragoza entre los 7 y los 15 años. «Ahora ya le digo que puede venir aquí, que la decisión es suya», explica Pilar.

Pilar Parraqué (izquierda) tiene un hijo y ha estado acogiendo durante años a Tania. Lourdes Pomares (derecha) no tiene hijos y desde hace unos años, junto a su marido, acogen a Katerina. JAIME GALINDO

Por su parte, Lourdes no tiene hijos biológicos y, tras tener conocimiento de la asociación, se animó junto a su marido a la acogida. «Jamás me hubiera imaginado esta experiencia. Desde el primer día he considerado a Katerina como mi hija», cuenta.

Ambas, tanto Pilar como Lourdes, sintieron «una conexión especial» con sus niñas de acogida. «El primer año estaba algo contrariada, porque no entendía el por qué había venido a España. Fue duro y nos costó a las dos, pero de repente un día surgió una chispa mutua y todo cambió», recuerda Pilar.

«En nuestro caso el feeling fue casi inmediato. Cuando bajó del avión, mi marido se la puso en los hombros y dijo algo así como ‘como hombre bueno’», relata Lourdes. Ella viajó a Kiev junto a su marido para conocer el contexto en el que vive Katerina. «Es todo muy extremo y te ayuda a comprender muchas cosas de su comportamiento, de sus necesidades...», explica.

"Tania viene de un pasado familiar muy duro. Son niños muy generosos, nada egoístas, pero al mismo tiempo tienen un escudo de fortaleza creado por todo lo que han vivido", dice Pilar Parraqué.

El conflicto actual entre Ucrania y Rusia conlleva ahora el riesgo de agudizar situaciones ya de por sí vulnerables. «Tania viene de un pasado familiar muy duro. Son niños muy generosos, nada egoístas, pero al mismo tiempo tienen un escudo de fortaleza creado por todo lo que han vivido. Detrás de cada uno de estos niños hay un historia», cuenta Pilar, que mantiene con ella un contacto habitual. «Las redes sociales han sido una salvación durante la pandemia, porque hemos podido hablar», dice.

En el caso de Katerina, la chica ucraniana que acogen Lourdes y su marido, les ha dicho «alguna cosa» sobre el conflicto, pero tampoco mucho. «El otro día nos comentó que si en el mar estaban llegando barcos de guerra, pero nada más. La preocupación que tiene es no poder venir a España, eso sí nos ha dicho que tiene miedo porque tiene muchas ganas de volver», asegura.