Son los menos, pero hay pacientes que agreden a médicos y enfermeros u otro profesional sanitario porque creen que se les tiene atender cuando ellos quieren o no se les prescribe lo que desean. Desde las primeras semanas de la pandemia, la población salía todos los días a las 20.00 horas a los balcones a aplaudirles por su labor. Ahora muchos parecen haber olvidado cómo han estado al pie del cañón para combatir al coronavirus en Aragón.

De hecho, en los dos últimos años han aumentado las agresiones a sanitarios (este sábado se ha conmemorado el Día contra los ataques a profesionales). En 2021 se notificaron 355 agresiones a trabajadores del Salud, un 50% más que en 2020, según un informe propio que se hizo público en febrero. De ellos, 101 fueron a facultativos y 94 a enfermeros. 

Ambos colegios profesionales tienen sus propios datos. Lo que se ve son «la punta del iceberg», dijo el presidente del Colegio de Médicos de Zaragoza, Francisco Javier García Tirado, durante la presentación de su estudio. Desde el inicio de la pandemia y hasta finales del año pasado ha habido 38 llamadas al teléfono puesto en marcha por la institución colegial, de las que 16 se formalizaron y 7 agresiones llegaron a juicio.

En el caso del Colegio de Enfermería, en 2020 hubo 8 procedimientos judiciales y el pasado, 7 y otros cuatro que no salieron adelante. «En general, han aumentado de manera sustancial», reconoce Juan Carlos Campo, asesor jurídico del Colegio; y «no solo en número, si no también en gravedad». Además, explica que la violencia se ha trasladado de los centros hospitalarios a los centros de Atención Primaria, señala Campo; y también «ha crecido en las unidades de salud mental y en los centros sociosanitarios». Campo califica de «lamentable» que no se denuncie porque «después de las amenazas verbales vienen las físicas» y es entonces cuando se detectan. 

El abogado considera que los enfermeros son los «más accesibles», esa «primera línea, el primero que atiende», cree. Ese aumento de agresividad se debe a que durante el estado de alarma y las medidas de contención «se han agravado patologías mentales» y «la población está cada día más irritable». A lo que se añade que hubo un momento en el que no se podía acceder a los centros de salud y «el no poder tener acceso ha provocado que pierdan los nervios».

Campo reconoce que existe un protocolo de prevención de riesgo en el lugar de trabajo que «funciona» pero falta «asistencia psicológica» y, sobre todo, «jurídica, porque desde el Salud no se ponen en contacto con el agredido» cuando se inicia un proceso judicial y la «cobertura recae en los colegios profesionales».

EN PRIMERA PERSONA

Médico agredido en un centro de salud de la provincia de Zaragoza: «Durante el ataque que sufrimos solo pensábamos en cómo escondernos»

Luis (nombre ficticio) lleva dos años trabajando en el centro de salud de una localidad zaragozana donde fue agredido, donde es médico titular. «Había antecedentes» porque hay varios grupos de personas que ya habían insultado y amenazado a otros compañeros. En una de esas guardias nocturnas, un grupo de personas entró en el ambulatorio por urgencias de forma «muy atemorizante», rompiendo un cristal y exigiendo que atendieran a uno de los miembros del grupo. El doctor y la enfermera que en esos momentos estaban en el centro de salud llamaron a la policía y a la Guardia Civil. «Siempre vienen cuatro o cinco a la vez, son siempre los mismos. Hay varios grupos y entre ellos se pelean, vienen con muy malos modales», señala. No les agredieron físicamente pero «sí es una situación muy amenazante, y siempre piden cosas absurdas», afirma. Por ejemplo: «Dame esta medicina, me tienes que atender cuando vaya», sea la hora que sea, señala. En esos momentos, «solo pensábamos en cómo escondernos».

«No era la primera vez, pero no se denuncia por miedo», añade, porque tiene conocimiento de que hace un tiempo a uno de los médicos le pincharon las ruedas y «para los que viven en el pueblo es mucho peor».

Él denunció porque unos pocos días antes otro grupo había hecho algo parecido en otro centro hospitalario y «uno está harto. Hay que decir que eso no es lo correcto». 

Luis sigue trabajando en el mismo centro de salud pero no trata a esas familias aunque «han venido muchas veces porque son hiperfrecuentadores».

Destaca que ha aumentado la «mala educación» y también hay una «falta de consideración de lo que el Salud proporciona». La gente «se queja de que hay que esperar o no les das lo que quieres. Te llaman a cualquier hora del día o de la noche y hay que enseñar a utilizar los recursos». De hecho, dice que se ha vuelto «mas intolerante» con los ataques; hay ·que cumplir las normas» y si «uno va a las 3 con algo no grave, «decirle que no es de urgencias», señala antes de añadir: «Eso sí, se les atiende».  

Enfermera agredida en un centro asistencial: «Yo denuncié para protegerme; y aún no me he reincorporado»

Marina (nombre ficticio) es enfermera y trabaja en un centro asistencial de la provincia de Zaragoza. Ahora está de baja después de una agresión que sucedió hace ya bastante tiempo, pero aún sufre de «ansiedad».

Tenía «bastante antigüedad» en su puesto de trabajo en un centro asistencial en el que conviven enfermos de demencia senil, pacientes con alzhéimer o que han sufrido un accidente cerebrovascular y una pequeña parte está destinada a «enfermos mentales».

La agresión vino de una paciente que tiene «una patología mental». Debido a que «los recursos sanitarios que se ofrecen en Aragón son escasos», la enferma «lleva varios años en este centro y al no poderse trasladar a otro centro» porque no hay recursos asistenciales «más adecuados» o tener «periodos vacacionales en otro centro» sino que no puede trasladarse durante un periodo más o menos largo, le «provoca frustración y tiene alteraciones del comportamiento». Lo paga con «manifestaciones verbales» al equipo asistencial, explica Marina. Les decía cosas como «os voy a matar, a machacar la cabeza», etc. Tras un año de «acosos verbales y escritos, llegó la agresión física», afirma. Le provocó un hematoma, pero sobre todo consecuencias psíquicas y todavía sufre de «ansiedad» porque «no sé que va a pasar si vuelvo a mi puesto de trabajo y sigue ahí» la enferma, cuenta con temor, ya que «no tiene otro lugar al que irse». Marina está todavía está de baja y podría «pedir el traslado» pero es un puesto «al que le tengo mucho cariño y me sentiría muy frustrada si me tuviera que ir a otro», asegura. 

Ella denunció «para protegerme» aunque señala que «no le hecho al culpa a la enferma ni tampoco a la dirección del centro». Lo que pide es «prevención de riesgos, que sepamos prevenir y actuar si nos sucede un ataque». En los centros debería haber «cámaras de vigilancia, sobre todo en sitios donde no se puede pedir auxilio» y buenas «habitaciones de aislamiento» donde ni paciente ni trabajador pueda sufrir lesiones»; además de muñequeras, cinturones y arneses. También formación y sobre todo, menos pacientes por cuidador, sobre todo por las noches.