Apenas seis segundos. Es el tiempo que bastó para que se vinieran abajo este viernes, con una detonación controlada y simultánea, las tres torres de refrigeración de la térmica de Andorra, cerrada hace ya casi dos años. Todo un acontecimiento que supone la desaparición de un icono de la industria del carbón, que ha sido la principal fuente de riqueza y empleo de la zona en los últimos 40 años. Endesa, propietaria de las instalaciones, empleó 275 kilos de explosivo para hacer volar por los aires estas moles de 107 metros de altura –más incluso que el Pilar de Zaragoza– y cerca de 40.000 toneladas de peso, una voladura de gran complejidad técnica que levantó una enorme expectación por la espectacularidad de las imágenes y el significado que tiene para los habitantes de la zona.

Este hito marca un antes y un después en la historia de buena parte de la provincia de Teruel que ha estado vinculada a la explotación de ese negro mineral. Un adiós a uno de los últimos emblemas de ese pasado minero, pero también un paso hacia un futuro que parece empezar a aclararse con alentadores proyectos de inversión.

Todo salió según los previsto. Con escrupulosa puntualidad. A las 11.30 horas del 13 de mayo de 2022. Tras una cuenta atrás de diez segundos, pronunciada con acento italiano –país de origen del grupo Enel, propietario de Endesa–, se accionó el botón de la detonación, que fue de forma secuenciada en las tres torres. En solo 1,5 segundos estallaron todos los explosivos para minimizar la vibración del terreno y las proyecciones de material.

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FOTOGALERÍA | Voladura de las torres de la central térmica de Andorra Jaime Galindo / Agencias / Endesa

A pesar de su envergadura y tonelaje, las gigantescas estructuras cayeron al suelo como una pluma en un pestañear de ojos. La estruendosa detonación generó una enorme polvareda que cinco minutos después ya se había disipado por completo dejando al descubierto un complejo industrial ya huérfano de sus torres. Eso sí, todavía queda en pie el otro gran símbolo de la central, la chimenea de 343 metros, considerada la segunda edificación más alta de toda España, cuyo derribo se prevé llevar a cabo a principios de 2023. 

Vista cenital de la voladura de las torres de la central térmica de Andorra

Vista cenital de la voladura de las torres de la central térmica de Andorra Endesa

La voladura corrió a cargo de la empresa especializa Maxam, que utilizó 1.164 barrenos de explosivos, colocados en los pilares de las estructuras mediante taladros distribuidos para dirigir la caída en la dirección planificada según el proyecto.

Para minimizar la afección del polvo derivado de la explosión se instalaron en el perímetro de las torres 37 piscinas de dos metros cúbicos de capacidad que fueron explotadas de forma simultánea a la voladura con cordones detonantes que se introducen en forma de espiral. El operativo requirió un exhaustivo procedimiento con el objetivo de garantizar unas condiciones absolutas de seguridad y efectividad de la explosión, lo que incluyó un fuerte despliegue de efectivos de la Guardia Civil y de personal de vigilancia. El radio de seguridad era de 800 metros desde cada una de las estructuras.

La demolición ha sido también un hito desde el punto de vista técnico, siendo la primera que se hace en España de tres torres a la vez. Hace más de un año que vienen llevando a cabo trabajos de preparación y descontaminación, con la retirada de 6.000 toneladas de materiales que contenían amianto y aislamientos (descalorifugado) alojadas en su interior.

El plan de endesa

Las 40.000 toneladas de residuos que ahora reposan a los pies de la central (básicamente hormigón) serán gestionados de acuerdo con la normativa medioambiental. El 90% del material será usado para obras de relleno por su carácter inerte, una gran parte para tapar los huecos del mismo terreno, mientras que el hierro será reutilizado.

Las tres torres, de forma hiperboloide, eran idénticas en sus medidas y características geométricas, con 83 metros de diámetro en su base y 50,7 en la coronación. Fueron construidas entre 1978 y 1979 en hormigón y cada una de ellas pesaba 12.577 toneladas. Eran el componente fundamental del ciclo de producción de vapor que movía las turbinas para generar electricidad. Su función consistía en enfriar el agua caliente proveniente de los condensadores de los grupos de producción de energía.

La demolición se enmarca en las obras de desmantelamiento de la térmica, que se iniciaron el 25 de febrero de 2021. El proyecto cuenta con un presupuesto de 60 millones y dará empleo a 140 personas de media hasta 2025. A lo largo de los 14 meses transcurridos se ha ejecutado el 30% del proyecto, que ahora mismo se encuentra en un pico de actividad, con casi de 300 trabajadores implicados.

Preparativos minutos antes de la voladura

Preparativos minutos antes de la voladura

El director general de Endesa en Aragón, Ignacio Montaner, que asistió al acto junto a otros responsables del grupo, reconoció haber sentido «un nudo fuerte en el estómago» al ver desplomarse las torres por la importancia y el simbolismo que esta central tiene para la propia historia de la compañía, que la operó durante más de 40 años, desde marzo de 1979 a junio de 2020, cuando se desconectó de la red. A pesar de esa nostalgia, expresó su «ilusión» por los proyectos de futuro que la empresa plantea desarrollar en Andorra y su comarca, con los que pretende sustituir la producción energética con carbón, ya finalizada, con la generación con renovables ( fotovoltaica y eólica). Se trata de un plan 1.830 megavatios, de los que la mayor parte dependen de la potencia que se adjudique en el concurso del nudo eléctrico Mudéjar, que se resolverá en los próximos cinco meses.

Vista aérea de las voladuras en la térmica de Andorra

Vista aérea de las voladuras en la térmica de Andorra Endesa

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«No abandonamos este territorio, hemos estado mucho tiempo generando empleo y desarrollo, y seguimos aquí, con un proyecto de futuro», subrayó Rafael González, director de Endesa Generación, que prometió que se generarán «cientos de empleos».También la ministra de Transición Energética, Teresa Ribera, quiso lanzar un guiño a los vecinos de la zona, a los que expresó un «cariño especial». «Estamos con ellos, les entendemos y vamos a seguir trabajando», afirmó, palabras que suenan bonitas pero lo que Andorra pide son más hechos que aseguren un futuro de prosperidad.