La secretaria de Estado de Energía, Sara Aagesen, destacó este jueves que la decisión de demoler las torres de refrigeración de la central térmica de Andorra y descartar su consideración como bien de interés cultural «no fue una decisión» del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.

"Eso es importante decirlo", subrayó la secretaria de Estado en su respuesta a una pregunta del diputado de Teruel Existe, Tomás Guitarte, después de escuchar en la Comisión de Transición Ecológica y Reto Demográfico las críticas del aragonés por un hecho que comparó con que "a París le quitasen la torre Eiffel"

"Todo lo que ha dicho lo refrendo en el sentir de que una central que ha sido historia debe ser doloroso ver cómo cae", dijo la responsable de Energía, que incidió en que "no era competencia" de este departamento y, además, "había informes que llevaban a la realidad de que había que hacer la demolición". Así recordó una resolución de la dirección general de Patrimonio del Gobierno de Aragón "que se basa en el periodo de vida útil, en que presentaban daños y en la existencia de materiales de carácter tóxico como el amianto".

Aagesen manifestó que "no tiene beneficio la demolición" y que lo que "es clave y es esencial" para el ministerio es que la transición energética sí "tenga beneficio" para la zona.

En todo caso, admitió que "eso no es consuelo" a la vista de las imágenes de la demolición que el diputado de Teruel Existe mostró en la comisión, e insistió en recalcar "el máximo compromiso ministerial para hacer realidad esa transición justa y que no sea un letrero luminoso sin nada detrás".

Momento fotográfico antes del derribo de las torres de la central térmica de Andorra. JAIME GALINDO

En su intervención, Guitarte recordó que las torres fueron demolidas el pasado día 13, "generando un espectáculo por parte de la empresa con invitados y gradas, un espectáculo que fue una ofensa tremenda al sentimiento de muchísimos turolenses, de muchísimos aragoneses que han visto en la central térmica de Andorra la memoria de su historia, de todo el siglo XX, de producción minera y la estampa que ha caracterizado su paisaje durante décadas".

A su juicio, "algunas de las instalaciones industriales adquieren una categoría de creación patrimonial que merecen no ser derribadas, y este era el caso de la central térmica de Andorra, que era un patrimonio industrial con valor significativo para ser mantenido".