En Andorra y alrededores se lo empiezan a creer. El futuro se veía negro en los municipios vinculados al carbón cuando hace casi cuatro años cerraron las últimas minas del mineral que quedaban activas en Aragón, situadas en Ariño y Foz Calanda. O hace dos, cuando en el verano de 2020 dejó de echar humo la térmica de Endesa, el último puntal que quedaba de la industria minero-eléctrica de Teruel. Aunque la reconversión industrial y económica de la zona sigue siendo una asignatura pendiente, el futuro empieza a despejarse. 

Los proyectos empresariales que han empezado a cuajar, como el de fertilizantes de Forgasa (Samca), las grandes inversiones que Endesa se ha comprometido a hacer por haberse adjudicado los 1.200 megavatios renovables y los anuncios de los últimos meses sobre la llegada de otras industrias (Oxaquim, Fertinagro, Forestalia o Jv20 Forest), han despejado un horizonte que parece pintarse de verde. El futuro se ve de ese color porque son precisamente las energías renovables, la economía circular o la agroalimentación los sectores destinados a tirar de esta metamorfosis del tejido productivo.

De los pitos a los aplausos

La presentación del convenio de transición justa que se hizo ayer en Andorra, aunque llega con retraso, ha dado más esperanzas de que el cambio es posible y creíble. La lluvia de millones que los gobiernos de España y Aragón prometen que caerá sobre este territorio puede ser un importante estímulo para se cierre con éxito el proceso vívido de descarbonización energética. Entre los vecinos, no obstante, persiste un cierto escepticismo ante el temor de que esos grandes anuncios y los cientos de empleos que se prevé generar se acaben quedando en papel mojado como ha ocurrido en anteriores ocasiones con las ayudas mineras.

A pesar de la lógica cautela, las tornas han empezado a cambiar en el sentir de la población como quedó patente en la visita de la vicepresidenta del Gobierno y ministra de Transición Justa, Teresa Ribera, un viaje que nada tuvo que con el que realizó hace casi cuatro años. Entonces, el 23 de enero de 2019, fue recibida con abucheos, pitos y en un clima de máxima tensión por los repentinos cierres de minas y el reciente anuncio de Endesa que ponía fecha definitiva a la clausura de la central. Esta vez el ambiente fue distendido y su intervención ante el centenar de personas que acudieron a escucharla a la Casa de Cultura de Andorra acabó con aplausos.

Los alcaldes temen que no llegue todo el dinero por falta de capacidad para optar a las ayudas

Pero todo no se ve de color rosa, como bien apuntaron en el turno de intervenciones libres abierto en la sesión. Algunos alcaldes, sindicalistas y representantes empresariales advirtieron de las posibles deficiencias y ausencias que presentan los planes gubernamentales. 

Joaquín Noé, exminero y primer edil de Ariño, recordó que hay «una deuda histórica» con un territorio que bajaba a la mina para buscar carbón. «Llevamos años trabajando en esta reclamación y ya saben todos los fiascos con algunas empresas», apuntó. Tras reconocer el papel de Ribera en favor de este territorio, reivindicó algunos proyectos que a día de hoy no están encarrilados en el convenio de transición justa como el arreglo de la pista minera. También reclamó la mejora de la conexión a internet, un Perte del sector minero o la promoción de vivienda en los pequeños municipios para nuevos moradores.

Pedro Bello, alcalde de La Puebla de Híjar, advirtió de la falta de capacidad económica y técnica que tienen los ayuntamientos para elaborar memorias y proyectos a las convocatorias de ayudas, una deficiencias que coincidieron en señalar varios regidores más. De no resolver esta carencia, aseguró que se quedarán por el camino algunas de la «mejores» iniciativas. 

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FOTOGALERÍA | Visita de la ministra Teresa Ribera a Andorra y Ariño ÁNGEL DE CASTRO