EL DERRIBO DEL CENTRO COMERCIAL

Los últimos días de Plaza Imperial: silencio en el vacío

La gran superficie comercial vive sus últimas semanas con solo un local abierto / Los comercios adyacentes confían en la resurrección

En los carteles de Plaza Imperial ya no queda ni el color.

En los carteles de Plaza Imperial ya no queda ni el color. / ÁNGEL DE CASTRO

Sergio H. Valgañón

Sergio H. Valgañón

En el párking de la zona comercial de Plaza Imperial solo se escucha ruido si, por casualidades de la logística, varios camiones atraviesan la autovía a gran velocidad. Si eso no ocurre, el silencio solo es roto por el cierzo que se cuela por las ahora inexistentes paredes de Verdecora. 

La que fuera hace una década una de las referencias de la capital aragonesa para comprar plantas o alimentar a las mascotas, hoy es un amasijo de hierros, estanterías y un tejado que se esfuerza por cubrir la nada. Un suelo salpicado de cristales, lo que un día fueron escaparates, es lo único intacto. Plantas muertas, latas de cervezas que testifican que sus últimos visitantes han hecho botellón y graffitis de flores, las únicas que aún viven en este pabellón entonces dedicado a la naturaleza. Tan cruel es el destino que el único cartel que mantiene su color recuerda que hace mucho Verdecora se fue a La Torre Outlet, el último complejo comercial estrenado en Zaragoza

El párking no está mucho mejor. Un medio remolque de un camión convive con un par de decenas de coches, vehículos de los pocos trabajadores que siguen yendo cada mañana hasta Plaza Imperial. Los tejadillos siguen en pie, algo que no pueden decir los carteles indicadores, de los que no queda ninguno; ni las tapas de la luz: muchas descansan junto a sus agujeros, fruto del robo de los cables de cobre, mientras que otras han desaparecido para ser vendidas como chatarra. 

Las líneas, flechas e indicaciones existen, pero no importan. Los pocos conductores que recorren el aparcamiento atraviesan plazas y se desplazan en contra dirección, sin recordar los agobiantes embudos que colapsaban las salidas del centro. Ajeno a todo, en la rotonda, un campo de fútbol sala, preparado para alojar partidos entre amigos. 

Bajo más carteles descoloridos, señales borradas y el famoso monorrail que desde hace años no emprende su tan famoso viaje, la entrada a la galería comercial recuerda que solo hay un local abierto.

Una valla de obra recuerda que antes, Plaza Imperial tenía una inmensa galería con varias salas de cine y decenas de tiendas para todos los gustos, además de una gran oferta de restauración. Hoy, la superficie por la que se puede andar no supera los diez metros cuadrados, muchos ocupados por la terraza de ese único local que mantiene la persiana subida: Pause and Play, que se trasladará en un futuro cercano a la zona de medianas superficies.

Este salón de juegos es el único comercio que sigue ofreciendo sus servicios en este centro comercial. Un contraste, el de las luces y los ruidos de sus máquinas tragaperras, que se enfrenta a la sordidez y al silencio que queda en el resto de los locales. Algunos de sus parroquianos, que se acercan ahí «porque es el único sitio en el que se puede tomar café», se sorprenden ante la noticia de que el derribo empezará a finales de febrero: «Yo tuve que dejar el gimnasio, que fue uno de los últimos locales, pero no me esperaba que corriesen tanto para quitar todo». 

Opciones de futuro

Fuera de la galería comercial, a una veintena de pasos, los clientes del Burger King no piden cafés pero sí pueden disfrutar todavía de las hamburguesas de esta cadena. En el inicio de Plaza, el local estaba dentro del espacio principal, pero conforme decaía la actividad en el centro salieron, en busca de un espacio propio y que dependiese menos del resto de comercios. El resultado es evidente: una quincena de personas, de todos los perfiles, devoran sus menús de hamburguesa, patatas y bebida en vaso de cartón.

Unos platos despachados por Nexy, que recuerda los inicios de este complejo: «Yo estuve en la inauguración del restaurante cuando abrió Plaza y aquello fue una locura». Una situación que no se limitó a los primeros días sino que se extendió durante los años de éxito del centro, cuando había «mucho trabajo, casi demasiado, porque por mucho que quisieses no dabas abasto».

Pese a la falta de movimiento en la zona principal de Plaza, este restaurante no ha notado en exceso la caída de clientes, según asegura Nexy: «Sigue habiendo bastante movimiento y la gente sigue pasando, como mucho con el servicio de recoger sin bajar del coche». 

No se atreve a aventurar qué pasará en el futuro ni cómo funcionará la zona cuando se instale el nuevo supermercado, pero esta encargada considera que «siempre que haya actividad por aquí nos vendrá bien, así que si se revitaliza será una buena noticia para todos nosotros». A su lado, en la gasolinera, los precios baratos siguen atrayendo a muchos clientes, algunos de ellos extranjeros que no conocen lo que un día fue Plaza Imperial. 

Junto a los coches, un pequeño autobús espera a su hora de salida. «Aún sigo trayendo a gente, unas 20 personas cada día, aunque la mayoría son trabajadores», afirma su conductora, tras el volante de un vehículo que complementa la ruta del 501 y da un servicio que ella espera que se extienda en el tiempo. ¿Su próxima parada? El hipermercado Costco y su muestra de grandes superficies al estilo norteamericano.