Último adiós a José Manuel Pérez Latorre: su Zaragoza soñada y nunca vista

El edificio que siempre le habría gustado hacer era la Torre del Agua de la Expo, "porque quería conseguir para la ciudad un emblema reconocible en todo el mundo que emulaba un chorro de agua de 120 metros de altura", afirma uno de sus hijos, Pablo.

Para La Romareda presentó un proyecto que, para él, más que lograr un nuevo estadio de fútbol para la ciudad suponía rematar un entorno en el que ya había edificios suyos como el Auditorio o el edificio de la CAI en Isabel la Católica

El cubo de ónix de la plaza de la Seo, la obra de la que más orgulloso estaba José Manuel Pérez Latorre.

El cubo de ónix de la plaza de la Seo, la obra de la que más orgulloso estaba José Manuel Pérez Latorre. / EL PERIÓDICO

David López

David López

La huella imborrable que deja el arquitecto zaragozano José Manuel Pérez Latorre con su fallecimiento no solo está en las calles de su ciudad natal y de otras en las que trabajó poniendo su talento al servicio de la funcionalidad y la belleza estética de los proyectos encomendados. También quedará para el recuerdo otros que se quedaron en el cajón porque, sencillamente, no fueron seleccionados por la Administración pública para la que muchas veces trabajó. Todos ellos formaban parte de alguna manera de esa Zaragoza que soñó y que no podrá ser vista pero que deja retazos de lo que para él debían ser algunos de los iconos que están hechos (de otra manera) o están por hacer todavía. 

Entre los primeros se podría enmarcar su propuesta para la Torre del Agua de la Expo de Zaragoza que terminó adjudicándose Enrique de Teresa. Entre los segundos, su proyecto para una nueva Romareda de 45.000 espectadores que aún hoy está por ejecutar y que entonces, en un concurso abierto a todos los arquitectos que se presentaran, acabó tercero por detrás de Carlos Lamela. Él participaba con Javier Manterola.

Pero, ¿cómo serían la Torre del Agua o La Romareda si se hubiera escogido a Pérez Latorre? Por suerte, el arquitecto zaragozano las dejó expuestas en su estudio y algunas de ellas formaban parte, con fotografías y reproducciones en 3D, de su entorno familiar más cercano, sobre todo el proyecto que más le habría gustado hacer en su carrera profesional como arquitecto y que no consiguió que le adjudicaran: la Torre del Agua.

Diseño de Pérez Latorre con el que participó en 2004 en un concurso para diseñar la nueva Romareda.

Diseño de Pérez Latorre con el que participó en 2004 en un concurso para diseñar la nueva Romareda. / ESTUDIO JOSÉ MANUEL PÉREZ LATORRE

Su hijo Pablo, en declaraciones a EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, asegura que "le fastidió mucho no conseguirlo" porque «quería convertirlo en un emblema de Zaragoza que permaneciera para siempre como tal, como ocurre con la Torre Eiffel en París». Su diseño era espectacular, "un conjunto de figuras geométricas que emulaba un chorro de agua de 120 metros de altura", 40 más de lo que ahora tiene el edificio ideado por Enrique de Teresa. 

Quizá en su día topaba con esa regla no escrita del pasado en la capital aragonesa para los arquitectos de no poder levantar en la ciudad una edificación que fuera de más altura que la torre más alta de la basílica del Pilar. O quizá por eso no le importó desafiar los cánones con tal de construir un icono realmente diferencial en todo el mundo para su ciudad natal.

Para Pérez Latorre, explica su hijo, cada proyecto era un reto por lo estudioso y metódico de su proceso de elaboración. Y otro paso al frente, en este sentido, fue plantearse pelear por hacer la nueva Romareda en 2004. No porque fuera zaragocista ni le importase mucho el mundo del fútbol. En el caso del estadio municipal, su objetivo «siempre fue rematar el entorno donde ya había obras suyas como el Auditorio y el edificio de la CAI en el paseo Isabel la Católica». Reordenar toda esa pastilla con la plaza Eduardo Ibarra y un campo de fútbol caracterizado por una grada escalonada que superaba en altura el edificio de la CAI era «como culminar un proyecto global» en Zaragoza. Pero no salió ganador, quedó tercero.

Entre los proyectos que sí ha hecho, ¿de cuál estaba personalmente más orgulloso o le tenía un especial cariño? «Él siempre decía que el prisma de la plaza de la Seo (el cubo de ónix) y por extensión la remodelación de toda la plaza», afirma su hijo Pablo. Un espacio peatonal que en realidad es un suelo volado que requirió de muchísima maquinaria pesada y una estructura atirantada que «debía soportar el peso de un camión de Bomberos». Se encareció más de lo previsto y eso le granjeó muchas críticas, pero para él fue uno de sus mayores desafíos y... ahí está, ni se ha caído la Seo ni hay afecciones por el freático, como se llegó a temer. Por eso luego, añade su hijo, cuando se llegó a plantear la posibilidad de trasladarlo, «él siempre decía que preferiría dinamitarlo que moverlo de allí». «Porque los edificios se hacen pensando en el lugar donde van a estar, en otro pierden todo el sentido», apostilla Pablo. Aunque también admitía que "cuando entregas un proyecto, deja de ser tuyo".

Boceto de Pérez Latorre que se conserva en el Museo Pablo Serrano de Zaragoza.

Boceto de Pérez Latorre que se conserva en el Museo Pablo Serrano de Zaragoza. / IAACC PABLO SERRANO

Tiene proyectos dibujados pero no construidos, como el diseño del Teatro Fleta, y otros que sí se hicieron. Y quizá hoy toda Zaragoza miran a esa plaza de la Seo o al Auditorio como obras maestras de su imaginación, pero fueron proyectos que le causaron muchos dolores de cabeza al inicio y muchos reconocimientos después. «Hace poco le dieron un premio por ellos y él dijo en la entrega: Probablemente no merezca este premio, pero tampoco todas las críticas que recibí por ellos», recuerda su hijo. Así se puede resumir su figura, admirado o criticado, no su obra no dejaba indiferente nunca a nadie.