LA EVOLUCIÓN DEL CLIMA

Los glaciares del Pirineo se desvanecen ya tres veces más rápido

Los expertos del Instituto Pireniaco de Cambio Climático dicen que un verano como los dos últimos acabará con los masas de hielo que aún sobreviven a duras penas en 2030

Evolución del glaciar de Monteperdido, el mayor del Pirineo, que ha perdido en dos años seis metros de espesor.

Evolución del glaciar de Monteperdido, el mayor del Pirineo, que ha perdido en dos años seis metros de espesor. / OPCC

Lo más probable es que el Pirineo se quede sin glaciares en 2030. Es algo que pasará si se repite un verano como los dos últimos. Habrá heleros, es decir, bloques de hielo sin movimiento. «Llevamos muchos años reportando un descenso de la superficie y del espesor de los glaciares, pero en 2022 y 2023 se han triplicado las pérdidas anuales respecto a lo habitual». Lo explica así Nacho López, experto en glaciarismo del Observatorio Pirenaico de Cambio Climático, que no da demasiado a pie al optimismo. «Las fechas se han precipitado. Nuestras expectativas de duración de los glaciares se han acortado», explica.

La situación es crítica. Hace unas semanas, los investigadores del Instituto Pirenaico de Ecología, de la Universidad de Zaragoza y de la Universidad del País Vasco notificaron que el glaciar más extenso del Pirineo, el de Monteperdido, se había partido definitivamente en dos tras perder en el último año una media de 3,8 metros de espesor (el retroceso llegó a alcanzar los 8,1 metros en el peor momento del verano). Los gigantes de hielo se desvanecen a un ritmo inusitado y ni siquiera previsto en mapas a futuro. 

«Quizás Monteperdido, a pesar de sus pérdidas y que se haya partido en dos, es el único al que se le puede llamar glaciar porque muestra una zona de acumulación más clara y genera algo de hielo», apunta López. Lo cierto es que pocos glaciares del Pirineo tienen ya un espesor promedio superior a los 10 metros, algo agravado por esa pérdida de seis metros de media entre 2022 y 2023.

Retirada constante

«Cada año nos vemos obligados a retirar glaciares de la lista del Pirineo. Casi todos están entrando en fase de helero», explica López, que señala los del Aneto y Maladeta, el de Osúe (en el pico Viñamala en el lado francés) o el ubicado en el pico de Los Infiernos, cuyo glaciar se está cubriendo de bloques de piedra y pronto desaparecerá del listado.

Lo cierto es que el manto níveo de los Pirineos está en riesgo incluso más allá de los glaciares. «Los glaciares, más que una pérdida desde el punto de vista ambiental o económico, son una pérdida de patrimonio. Son los que están más al sur de Europa y un claro indicativo de que el clima está cambiando», explica López. «Asimilar un modelo térmico es un poco abstracto, pero ver cómo las masas de hielo retroceden puede disipar muchas dudas a quien las tenga. Sobre todo sabiendo que los glaciares del Pirineo no desaparecieron en otros periodos cálidos», remata el experto.

Una de las líneas prioritarias del centro de investigadores versa ahora sobre el estudio del permafrost, es decir, los suelos helados y las rocas que permanecen heladas durante todo el año. Su deshielo está llevando a desprendimientos en paredes de montaña y cambian la orografía del terreno. «Estamos centrando el tiro en la nieve, que es el gran recurso hídrico de las montañas. Intentamos anticiparnos para saber cómo puede responder la nieve natural del Pirineo a los cambios de temperatura», explica Nacho López. De momento, lo que tienen por seguro es que el Pirineo es muy sensible a los cambios de temperatura. Un grado más supondría perder un 30% de la acumulación de nieve en la cadena montañosa. Casi nada, porque en una cota de unos 2.000 metros supondría perder un mes de precipitación en forma de nieve al año.

En cuanto a la adaptación al cambio climático de los glaciares hay poco que hacer. Aportan poquita agua en comparación con la nieve, pero empiezan a alterar el impacto humano sobre el terreno. Por ejemplo, las autoridades competentes han recomendado este año realizar una ruta alternativa para subir a la cima del Aneto, evitando así pasar por el glaciar que lleva su nombre por riesgo de desprendimientos.